Blogia
EL BLOG DE PEDRO

POLITICA

Este discurso no será olvidado

El presidente de la República Oriental del Uruguay habló ante representantes de los 139 países presentes en la Cumbre sobre Desarrollo Sustentable inaugurada por el Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki-moon.

 

 



MENTIROSOS

THOMAS JEFFERSON

THOMAS JEFFERSON

THOMAS JEFFERSON

Thomas Jefferson ( 13 de abril 1743- 4 de julio de 1826 ). Nació el 13 de abril de 1743 en Shadwell (Virginia). Fue el tercer presidente de los Estados Unidos desde el 4 de marzo de 1801 al 3 de marzo de 1809.

Murió en Monticello (Virginia) el 4 de julio de 1826.

Algunas citas de este politico estadounidense que estan de actualidad a dia de hoy.

  • “A dónde podrá ir el que hasta aquí llegó, si más allá sólo fueron los muertos.”
  • “Algunas veces se dice que no se le puede confiar al hombre el gobierno de sí mismo. ¿Puede, entonces, confiársele el gobierno de los demás? ¿O hemos encontrado ángeles que asumen la forma de reyes para gobernarlo? Dejemos que la historia conteste esta pregunta.”
  • “Considero que las entidades bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que la fuerzas militares… Si los ciudadanos americanos permiten a los bancos privados controlar la moneda, primero mediante la inflación, y después mediante la deflación, la banca y las corporaciones que proliferen alrededor [de los bancos] despojarán a los ciudadanos de toda la propiedad hasta que sus hijos se queden sin casas en un continente que conquistaron sus padres y a quienes pertenece todo lo que haya alrededor.”
  • “Cuando alguien asume un cargo público debe considerarse a sí mismo como propiedad pública.”
  • “Creo que la ley más importante con diferencia de todo nuestro código es la de la difusión del conocimiento entre el pueblo. No se puede idear otro fundamento seguro para conservar la libertad y la felicidad. [...] Aboga, mi estimado compañero, por una cruzada contra la ignorancia; establece y mejora la ley de educar a la gente común. Informa a nuestros compatriotas [...] de que el impuesto que se pague con el propósito [de educar] no es más que la milésima parte de lo que se tendrá que pagar a los reyes, sacerdotes y nobles que ascenderán al poder si dejamos al pueblo en ignorancia”. (Fuente: en una carta con fecha del 13 de agosto de 1786 dirigida a su amigo George Wythe.)
  • “Creo que es un gran error considerar cobrar altos impuestos a los vinos como un impuesto al lujo, si lo hiciéramos estaríamos cobrándole impuestos a la salud de nuestros ciudadanos.”
  • “Dios nos libre de pasar 20 años sin una rebelión.”
  • “El árbol de la libertad debe ser vigorizado de vez en cuando con la sangre de patriotas y tiranos: es su fertilizante natural.”
  • “El arte de la vida es el arte de evitar el dolor.”
  • “El hombre que no teme a las verdades, nada debe temer a las mentiras.”
  • “El dinero y no la moral es el principio de las naciones fuertes.”
  • “Estoy a favor de un gobierno que sea vigorosamente frugal y sencillo.”
  • “Indudablemente nadie se ocupa de quien no se ocupa de nadie.”
  • “La democracia no es más que el gobierno de las masas, donde un 51% de la gente puede lanzar por la borda los derechos del otro 49%”.
  • “Un príncipe cuyo carácter está marcado por todos los actos que definen a un tirano no es apto para ser el gobernador de un pueblo libre.”
  • “La vida carece de valor si no nos produce satisfacciones. Entre éstas, la más valiosa es la sociedad racional, que ilustra la mente, suaviza el temperamento, alegra el ánimo y promueve la salud.”
  • “Los mejores momentos de mi vida han sido aquellos que he disfrutado en mi hogar, en el seno de mi familia.”
  • “Me gustan más los sueños del futuro que la historia del pasado.”
  • “Mi estudio de la historia me convence de que la mayoría de los malos resultados de los gobiernos provienen de tener demasiado gobierno.”
  • “Nadie abandona el cargo de presidente con el mismo prestigio y respeto que le llevó ahí.”
  • “No hay talento más valioso que el de no usar dos palabras cuando basta una.”
  • “No es posible vivir sin libros.”
  • “No puede esperarse que los hombres sean trasladados del despotismo a la libertad en un lecho de plumas.”
  • “No se debe ser demasiado severos con los errores del pueblo, sino tratar de eliminarlos por la educación.”
  • “No son la riqueza ni el esplendor, sino la tranquilidad y la ocupación los que dan la felicidad.”
  • “Nunca he podido concebir cómo un ser racional podría perseguir la felicidad ejerciendo el poder sobre otros.”
  • “No gastes tu dinero antes de ganarlo.”
  • “No son las riquezas ni el esplendor, sino la tranquilidad y el trabajo, los que proporcionan la felicidad.”
  • “Si hacemos una buena acción simplemente por amor a dios y el convencimiento de que ello le complace, ¿de donde proviene la moralidad del ateo?. . . Su virtud, pues, debe haber tenido otro fundamento que el amor de dios.”
  • “Siempre he dicho, y siempre diré que la lectura cuidadosa y diligente del Libro Sagrado produce mejores ciudadanos [...] La Biblia produce las mejores personas del mundo.”
  • “Tiene derecho a criticar, quien está dispuesto a ayudar”.
  • “Toma las cosas por el lado bueno.”
  • “Una opinión equivocada puede ser tolerada donde la razón es libre de combatirla.”
  • “Un amigo ofendido es el más encarnizado enemigo.”
  • “Un poco de rebelión de vez en cuando es buena cosa.”
  • “Verdaderamente tiemblo por mi patria cuando pienso que Dios existe.”
  • “Yo creo bastante en la suerte. Y he constatado que, cuanto más duro trabajo, más suerte tengo.”

LA NIÑA DE RAJOY

 

Parece que los asesores de Mariano Rajoy piensan que todo vale y cuando hacen las campañas electorales creen que la gente es tonta porque prometen y crispan a todo el mundo que no es partidario de sus ideas y claro luego se quejan si les pasa lo que pasa.

El caso en concreto es lo de la niña que propuso en el debate y claro aun no se han dado cuenta que la gente sabe utilizar las nuevas tecnologias y les puede pasar esto.

          

¿CUANTO COBRA USTED? SR. RAJOY

Los politicos no pueden reirse de la manera que lo hacen de los electores. Si en tengo una pregunta para usted con el cafe de Zapatero toda España se mofo "segun

su partido rival" que no deberia de cabrearse ahora toda esta incluso sus acolitos cuando sorprendentemente a la pregunta ¿cuanto cobra ud? formulada por Violeta una pobre

pensionista que para si quisiera un sueldo de mileurista como el de muchos de nosotros. Ademas de vacilar y no contestar claramente a una pregunta tan sencilla como esta

ha unido el insulto a la inteligencia de los ciudadanos al realizar la siguiente declaración ante la misma pregunta el dia siguiente.

"Miro mi cuenta al final de mes porque lo necesito y muchísimo"

En los circulos políticos y periodísticos de Madrid no se habla de otra cosa: ¿cuánto le pagará el Partido Popular (PP) al Señor Rajoy?

Fuentes generalmente bien informadas aportan un dato: el complemento que le abona el PP es de 300.000 euros brutos al año. Y la cifra ya corre como la pólvora por la capital.

A esa cantidad habría que añadirle aproximadamente 70.000 euros que recibe como diputado.

Desde aqui animo a enviar un correo electrónico a mrajoy@pp.es pidiéndole que aclare cuáles son sus ingresos. 

Si no te apetece escribir un mensaje propio, puedes mandar el siguiente:

Estimado Sr. Rajoy:
Quiero comunicarle mi sorpresa por la falta de transparencia que está usted demostrando al negarse a aclarar cuál es su sueldo. Una opacidad que es especialmente grave si tenemos en cuenta que sus ingresos, tanto de diputado como de presidente del PP, proceden esencialmente de las arcas públicas.
Dado que su sueldo se lo pago yo en una parte alícuota, junto al resto de los españoles, creo que tengo perfecto derecho a exigirle que revele cuál es la cantidad exacta que recibe.
Le saluda atentamente, ..............................

"ETA sólo tiene un destino: el fin"

 

Entrevista con el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero

La entrevista con el presidente del Gobierno, la primera que concede desde el atentado de ETA del 30 de diciembre, se desarrolló durante dos horas y media, la tarde del viernes, en el palacio de la Moncloa. José Luis Rodríguez Zapatero aceptó la petición de EL PAÍS tres días después de la reaparición en Madrid de la banda terrorista, aunque la cita no se concretó hasta el jueves por la noche. Desde que ETA asesinó a dos ciudadanos ecuatorianos en Barajas con una furgoneta bomba, el presidente ha vivido los peores días de su mandato. La banda terrorista logró con la explosión en el parking de la T-4 una de las mayores ondas expansivas de su historia: liquidó el actual proceso de paz, la gran apuesta política de la presidencia de Zapatero; dejó en evidencia, cuando no en ridículo, al propio presidente, que apenas unas horas antes había aventurado que la situación estaría "mejor" en un año; y consolidó el mayor grado de desunión jamás vivido entre las fuerzas políticas respecto al terrorismo. Por primera vez, un gran partido nacional, el PP, se ha negado a acudir a una manifestación contra los terroristas. El balance del atentado resulta, pues, demoledor. José Luis Rodríguez Zapatero, sin embargo, no transmite la impresión de estar abrumado. Ni desbordado. Aborda la entrevista con gesto grave, medita las respuestas, pero no duda ni titubea. Parece tener bien interiorizado el discurso y muestra su resolución habitual. La conversación aborda principalmente el atentado de ETA y sus consecuencias

Pregunta. " largo, duro y difícil". Lo repitió usted muchas veces. ¿Se imaginó en alguna de ellas un atentado como el de Barajas?

Respuesta. Uno siempre tiende a no imaginarse tragedias como el atentado de Barajas, aunque siempre he sabido que la responsabilidad de afrontar un proceso de paz, por las experiencias similares que ha habido, comporta situaciones muy difíciles.

P. Entonces no era eso lo que tenía en la cabeza...

R. No.

P. ¿Qué es lo que tenía entonces en la cabeza? Porque yo sí pensé en algún momento que usted podía estar refiriéndose a un atentado.

R. Hay acciones que pueden estar en el terreno de la violencia, de distinto alcance y de distinta naturaleza. Un atentado de las características del de Barajas no era pensable por nadie. Desde luego, no era pensable por el Gobierno. Obviamente no estaba en las previsiones del Gobierno y supone sin duda alguna una acción de ruptura del diálogo.

P. ¿Por qué tardó tanto en comparecer ante la opinión pública el día del atentado?

R. Comparecí prácticamente en los tiempos que pude, porque estaba en Doñana y eso exige un cierto tiempo de desplazamiento. Tiene que ir un avión a buscarte, tienes que venir, son aproximadamente cerca de tres horas y pico. Llegué, analicé las cosas, tuve la información y comparecí a las seis de la tarde. O sea, que no acabo de entender que se pueda decir que fuese tarde. De hecho, comparecí cuando tuvimos la información. Hasta ese momento carecíamos del dato de una segunda víctima en el atentado. La primera información la tuve en torno a las doce y media, una de la tarde, y la segunda en torno a las cinco de la tarde. Teníamos que disponer de toda la información y creo que comparecí en un tiempo razonable.

P. ¿Tuvo el Gobierno ese día algún contacto con la banda terrorista, directamente o a través de los mediadores?

R. No. Absolutamente no. Ninguno. De hecho, todas las personas que han trabajado, con un esfuerzo impresionante, generosamente, para ayudar, para realizar los contactos, han tenido una gran sorpresa. Han recibido un golpe muy duro también.

P. Ni tuvieron contacto, ni lo intentaron...

R. No. Evidentemente, fue sorpresa general. Sorpresa de todos, de todas las personas a las que, en fin, quiero agradecer su empeño y su compromiso, porque no era tampoco una tarea fácil. Pero evidentemente ninguna tenía información alguna. El clima de los días anteriores era, no diré positivo, pero bueno, relativamente tranquilo.

P. En aquella primera intervención suya, a las seis de la tarde del día 30, no utiliza usted la palabra "ruptura". ¿Por qué?

R. Dije dos cosas en la comparecencia. Primero, que ETA había roto el diálogo, porque era radicalmente incompatible un proceso de paz con una acción de esa naturaleza, con un atentado de esa naturaleza. Y que en consecuencia suspendía cualquier iniciativa de diálogo.

P. Usted dijo exactamente: "He ordenado la suspensión de todas las iniciativas...". Yo pensé, y a muchos ciudadanos no se les escapó, que "suspender" tiene un matiz temporal claramente distinto de romper...

R. Bien. Pero acababa de decir en el párrafo anterior que ETA había roto el diálogo. Y por tanto, quería subrayar con ello que quien había roto era ETA, de una manera tan evidente y tan trágica como el atentado. Es claro, ¿no? Y es importante. Porque hay muchos ciudadanos en Euskadi que han tenido una actitud muy favorable, muy positiva, al proceso de paz.

Y que seguramente el atentado les haya producido un convencimiento profundo de que por parte del Gobierno existía toda la voluntad. Toda la voluntad. Y que quien se ha ido por el camino peor es ETA. Hay ciudadanos o personas con relevancia pública de la llamada izquierda abertzale que hoy saben muy bien quién es el responsable de que el proceso de paz haya llegado al punto final. Y deben tener el coraje cívico, el coraje político, de condenar la violencia. Creo que ése sería un paso necesario, debido, obligado

P. ¿Confía en que lo van a hacer?

R. No hay una expectativa inmediata de que eso se produzca. Pero antes o después, la conciencia mayoritaria en sectores radicales de la sociedad vasca va a imponerse en la dirección de que es absolutamente imprescindible que ETA acabe ya de una vez este drama histórico, absolutamente irracional, sin sentido alguno, y que no hace más que prolongar el sufrimiento.

P. En cualquier caso, volviendo a la "ruptura", el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, sí utilizó ese término, lo que dejó una percepción en cierta parte de la sociedad de que había matices distintos entre el discurso del presidente del Gobierno y el del ministro del Interior.

R. En fin, le contesto por obligación, pero realmente es una de las cosas más absurdas que he oído en los últimos tiempos. Que hay una plena identificación y además tengo que resaltar que, como es lógico y todo el mundo puede intuir, Rubalcaba ha puesto un empeño personal y político total para que el proceso de paz pudiera llegar a buen puerto. Ha dejado muchas horas, mucho sudor y mucho esfuerzo en ello y, en fin, creo que es justo que yo se lo reconozca.

P. Extrañó también que volviera usted a Doñana después de la comparecencia del día 30. ¿Podría explicar cuáles fueron las razones?

R. Tenía allí a toda mi familia. El Gobierno estaba perfectamente en todas las decisiones que había que tomar. Y como todo el mundo puede imaginar, en esos dos días en Doñana lo que hice básicamente es estar al teléfono y preparando algunas de las decisiones que luego hemos ido tomando. Ésa es la explicación. Así de sencilla. Regresé inmediatamente, en cuanto se despejó, lamentablemente, la incógnita de que se podía encontrar los restos de una de las víctimas. Y a partir de ahí, lógicamente, todos los pasos que di: visitar la zona del atentado, el aparcamiento de la terminal 4 de Barajas. No recuerdo que haya muchas circunstancias, después de otros atentados, en que los presidentes del Gobierno de nuestro país -y hemos tenido muchos atentados-, hayan ido a agradecer directamente el trabajo a los funcionarios públicos, a los bomberos, a la policía, a la Guardia Civil, a los responsables de AENA. Estuve con las familias y tengo que decir que tuvieron un comportamiento ejemplar, ejemplar. Siempre te quedan lecciones humanas. Porque estaban sinceramente agradecidos con lo que estábamos haciendo. Algunos no entendían qué era ETA, ni por qué hacía eso. Recuerdo un familiar directo de uno de los dos fallecidos que me preguntó: "¿Pero cómo han hecho esto, si usted había una propuesta de paz?".

P. En cualquier caso, ¿no ha habido ni antes, ni a raíz del atentado, distintos puntos de vista dentro de su equipo de Gobierno sobre cómo se había procedido o sobre cómo hay que proceder a partir de ahora?

R. En absoluto. Y vuelvo a subrayar que me sorprende, ¿no? Es decir, que uno está muy acostumbrado a leer muchas veces noticias y cosas que, cuando eres presidente del Gobierno, tienes mucha información y sabes que están mal orientadas. Pero no, no, en absoluto. Yo creo que eso, en todo caso, forma parte de alguna especie de intoxicación que también comprendo y que también asumo. Cuando los ciudadanos me dieron su confianza siempre les manifesté que actuaría con honestidad y diciendo la verdad de la acción de Gobierno en los momentos fáciles y sobre todo en los difíciles.

P. "Nunca volveré a negociar con ETA". ¿Puede asumir esa formulación?

R. Hoy es un debate que no tiene sentido. No tiene ningún sentido porque acabamos de poner punto final a un diálogo que ha roto de manera cruenta ETA. Hoy hay que hablar del mañana, del mañana inmediato. De la respuesta que desde el punto de vista del Estado de derecho, desde el punto de vista de la política, demos a la situación que ha creado ETA.

P. Perdone que vuelva a las discrepancias: quizá las palabras del ministro se malinterpretaran, pero The New York Times afirmó, tras una entrevista con Rubalcaba, que el Gobierno nunca volvería a negociar con ETA. "Never again", en inglés.

R. Vuelvo a insistir, no hay ninguna discrepancia. En fin, comprendo la insistencia, pero no es éste el momento de hablar del futuro. De verdad. Y creo que en la lucha antiterrorista hay cosas que debe uno tener muy claras. Y una de ellas es no anticipar nada que pueda beneficiar a los violentos. Hoy debemos tener como objetivo principal ganar más ciudadanos en Euskadi a favor del fin de la violencia. Lograr un gran consenso nacional en la lucha contra el terrorismo. O refundar un gran consenso nacional en la lucha contra el terrorismo, en lo político, en lo social. Y ahí es donde el Gobierno va a trabajar de una manera más intensa. Y, por supuesto, hacer que todos los medios del Estado de derecho estén en el papel que desempeñan: la Justicia, las Fuerzas de Seguridad del Estado, la legislación, que la tenemos bien preparada y adaptada para combatir el terrorismo.

P. En los últimos comunicados de ETA siempre ha flotado la idea o el sobreentendido de que el Gobierno había asumido ciertos compromisos en las conversaciones previas que desembocaron en la declaración de alto el fuego del 22 de marzo. ¿Hubo compromisos previos con ETA o no?

R. El único compromiso que tiene el Gobierno, que tenía en el proceso, el que tiene, es el fin de la violencia, con diálogo. Y como afirmé en la declaración del 29 de junio, en la que anuncié en el Parlamento la fase de autorizar el diálogo, hacer todo el proceso con respeto a los principios de legalidad, por supuesto. Y a los principios democráticos. Y no voy a entrar en ninguna de las valoraciones que hacen los comunicados de ETA. Y mucho menos después del atentado del 30 de diciembre pasado.

P. Perdone que insista. ETA tiene por costumbre filtrar al detalle las reuniones que mantiene, cuando le conviene. Por eso le pregunto de nuevo: ¿está seguro de que no hubo ningún compromiso del Gobierno con ETA previo a la declaración de alto el fuego del 22 de marzo?

R. Lo acabo de explicar. ETA podrá decir lo que quiera, pero desgraciadamente sus propios hechos desmienten sus palabras. Pero eso al Gobierno no le va a inmutar lo más mínimo.

P. ¿Algo de autocrítica?

R. Estos días, preparando la comparecencia parlamentaria, he reflexionado. Porque también ha estado presente en la opinión pública que no hay autocrítica. Hay autocrítica. Hemos vivido en democracia varios procesos de diálogo para el fin de la violencia. No recuerdo en ninguno que se planteara a ningún Gobierno, ni que estuviera presente en la opinión pública y, por supuesto, nunca en los partidos, si se han cometido errores o si hay que hacer autocrítica. Es la primera vez que sucede. También es la primera vez que un presidente de Gobierno va a comparecer en un Parlamento después de un atentado y tras la ruptura de un proceso de diálogo por parte de ETA.

P. Y esa reflexión, ¿a qué conclusiones le lleva?

R. Hay una reflexión que es evidente. Sólo hay una circunstancia que ha cambiado a lo largo de los más de 30 años en que se han producido varios procesos de diálogo que no han llegado a buen puerto, como lamentablemente todos sabemos. Lo que ha cambiado es que ésta es la primera vez que la oposición ha hecho oposición dura, permanente, continua. Si esto no fuera así, no tendríamos el debate que tenemos hoy, ni seguramente tendríamos el debate parlamentario que por primera vez se va a hacer en democracia el próximo lunes [por mañana]. Y la pregunta es: ¿se equivocaron los Gobiernos que protagonizaron los procesos de diálogo anteriores, o siempre se equivocó dramáticamente ETA, por no haber dado los pasos necesarios para el fin de la violencia? Desde mi punto de vista, ésta es una consideración de alcance. Todos los partidos parlamentarios han apoyado el proceso de paz, menos uno. Vamos, el proceso de paz o cualquier política antiterrorista.

Desde que llegué al Gobierno, antes del alto el fuego, durante el alto el fuego, con atentado, después del atentado, no he tenido ni un solo día el apoyo del PP en la lucha antiterrorista.

P. ¿Cree que el resultado hubiera sido distinto de haberlo tenido?

R. Hubiera venido bien, sin duda. El resultado es fruto de la acción de ETA, pero hubiera venido bien, aunque eso no es lo que más me preocupa. Lo que más me preocupa es que en democracia hay unas reglas no escritas. Una de ellas ha sido, desde la Transición democrática, no hacer política con la lucha antiterrorista, con los fines, los objetivos de ETA. Ésa era una regla que estaba ahí, y que se ha respetado. La mejor prueba es que nadie pidió nunca una comparecencia del presidente del Gobierno en el Parlamento. Ahora no se ha respetado. Me parece grave. Grave, por lo que representa para el futuro. Y grave, porque cuando un partido tiene que centrar su acción de oposición en la lucha contra el terrorismo, donde todos los Gobiernos han puesto lo mejor de sí mismos, el empeño más noble de buscar la paz, es que ha trastocado profundamente sus principios y demuestra una lamentable incapacidad para hacer la tarea de oposición, de alternativa, en el lógico terreno de nuestra democracia.

P. ¿A qué atribuye el hecho de que los terroristas transmitiesen a los enviados del Gobierno la sensación de continuidad de esas negociaciones, con la idea de que habría otra reunión en enero o en febrero y, sin embargo, pocos días después atentasen contra la T-4?

R. Debo tener, y creo que los lectores lo comprenderán, debo tener una cautela. Estamos ante una cuestión muy seria, donde están en juego cosas muy importantes, y debo tener una cautela sobre la información de la que dispongo, la información que podemos ir reconstruyendo de la situación. Y debo tener una cautela porque forma parte también de la política antiterrorista. Y sería, en fin, poco responsable dar pasos que anticiparan decisiones o iniciativas en materia de política antiterrorista. Hablar mucho ayuda poco. Y hablar poco ayuda mucho.

P. ¿Cree que los terroristas que se sentaron a negociar en esa última reunión sabían que un comando de los suyos estaba preparando un atentado en Madrid?

R. No puedo aventurar ninguna información en esa dirección ni en ninguna otra sobre ese terreno.

P. Es evidente que el Gobierno disponía de una serie de informaciones, algunas públicas (declaraciones, el creciente desafío de la violencia en la calle, el robo de pistolas) y otras que no lo eran (informes de los servicios secretos y de las policías de Francia y España), que a veces podían ser contradictorias. Pero lo cierto es que se optó por dar más valor a los que apuntaban que el proceso de paz iba consolidándose, frente a los que sugerían que la banda terrorista se estaba moviendo. ¿Fue un exceso de voluntarismo, de querer creer que las cosas iban bien, un error catastrófico de apreciación de la información de la que se disponía?

R. Distingamos dos planos. El Gobierno ha tenido toda la información de que ha podido disponer humanamente. Ése es un plano en el terreno de la situación, de las posiciones de la banda ETA. Y otro es lo que representa un atentado. Los responsables del Estado en materia de prevención del terrorismo siempre están permanentemente tratando de obtener la información adecuada. Y de evitar lógicamente cualquier tipo de violencia, un atentado, o cualquier tipo de violencia. Ése es un terreno difícil. Lamentablemente, ha sido difícil durante 40 años, y ha habido muchos atentados que se han producido en nuestro periodo democrático. Y los primeros que lógicamente han intentado y han luchado para prevenir han sido los propios servicios del Estado y todos los Gobiernos.

Que se ha producido una circunstancia excepcional porque había un alto el fuego permanente y un proceso de diálogo es evidente. Pero es prematuro, y debo ser muy cauto sobre la valoración del por qué. Y en todo caso nuestra percepción, hasta donde teníamos de información, no representaba que estuviéramos ante un escenario de esa naturaleza. Podía ser que fuera más o menos optimista, pero no en un escenario de esa naturaleza.

P. En cualquier caso, el análisis de toda esa información le llevó a declarar el día 29, apenas unas horas antes del atentado, que, respecto al proceso de paz, España iba a estar "mucho mejor" dentro de un año. La frase seguramente quedará en la memoria como una de las más desafortunadas de su mandato. ¿Fue ingenuidad? ¿Fue un enorme error de apreciación?

R. Si no se contextualiza globalmente... Había un dato objetivo, que me ha parecido siempre relevante en las expectativas para un final dialogado. El dato es más de tres años y medio sin víctimas mortales por parte de ETA. No había ningún periodo en la democracia con tanto tiempo sin víctimas mortales. Siempre ha sido para mí un dato muy importante y la percepción y la información que teníamos era que eso podíamos llegar a consolidarlo. Como todo el mundo puede entender, la primera obligación, la primera tarea, el primer deber de un presidente del Gobierno es evitar que haya atentados, evitar que haya terrorismo. Yo comparaba cómo estaba la situación hace cinco años, hace cuatro, hace tres, hace dos. El proceso evolutivo era positivo. Y evidentemente, al día siguiente, se demostró que no tenía razón de una manera palmaria y clara. Por tanto, no fue una apreciación acertada. Ahora bien, seguiré...

P. ¿Lamenta haber hecho esas declaraciones?

R. Lamento sobre todo que la expectativa general que existía, más allá de la declaración, era bastante favorable a que en esta ocasión podía llegarse a un fin de la violencia, y que no se cumpliera. Que lo tuviéramos relativamente cerca. Esa expectativa favorable la he percibido en la calle en muchas ocasiones con mucho apoyo. Lógicamente, ese día se derrumbó esa expectativa de una manera tan dura como es la muerte de dos seres humanos. Eso es, sí, lo que más he lamentado, evidentemente. Ahora, voy a seguir trabajando con todo mi esfuerzo para que dentro de un año, y dentro de seis meses, podamos haber ganado terreno en favor del fin de la violencia. Antes lo dije de una manera, creo, bastante entendible. Creo firmemente en el fin de la violencia, y si no, no podría trabajar con ello, sabiendo como he sabido que es una tarea dificilísima...

P. Perdone que le interrumpa, pero ya utilizó esa expresión cuando acudió a la T-4, lo que levantó una cierta polémica, y recuerdo haberme preguntado qué quería usted decir exactamente. "¿Creo firmemente en el fin de la violencia" significa que desea el fin de la violencia, lo que todos deseamos, o significa que cree que el fin de la violencia es posible en un periodo de tiempo razonable?

R. Es posible, es posible. Creo que es posible.

P. ¿Cree que es posible... en un tiempo razonable?

R. Sí, por supuesto. Cuestión distinta es cuánto es un periodo razonable después de 40 años. En fin, claro, todos sentimos que lo razonable es mañana, todos sentimos que lo deseable y lo razonable es mañana, pero después de 40 años, 40 años, y más de 850 muertos, víctimas de ETA, tener una perspectiva temporal es también prudente. Que en un tema tan desgarrador quizá nos apremia, pero hay que darse cuenta de la magnitud del problema.

P. Permítame que complete esa frase que usted ha comenzado. "Creo que es posible acabar con la violencia..." exclusivamente por métodos policiales.

R. Métodos policiales y en general, los instrumentos de una democracia. El terrorismo que padecemos tiene una problemática esencial y es que de una u otra manera tiene comprensión, apoyo, en cuanto al imaginario absolutamente fanático e irracional que puede representar. Es decir, ese espacio social es determinante para sus 40 años de pervivencia. Y por tanto, exige no sólo lo que es la fortaleza del Estado de derecho, sino que también exige la política. En el terreno de las ideas, exige ganar más voluntades, más compromiso de cuantos más ciudadanos, especialmente en Euskadi, y especialmente en eso que se llama la izquierda abertzale, están a favor del fin de la violencia y de que se logre la paz.

P. Volviendo a su declaración del día antes del atentado, cuando se produce un problema de falta de información a tan alto nivel, o de apreciación correcta de la información disponible, ¿cómo pide cuentas un presidente del Gobierno? ¿Las ha pedido usted?

R. No, en absoluto, porque conozco muy bien todo el trabajo casi a diario que realizan los servicios de seguridad, nuestras policías, y trabajan todo lo que pueden. Y bueno, en fin, frente a quienes perpetran acciones de esa naturaleza, evidentemente buscando todos los mecanismos de la clandestinidad y de la acción más reprobable, pues al revés; lo que he hecho es dar ánimo, desde el ministro del Interior a todos los responsables que tienen algo que ver en esta tarea. Eso es lo que se merecen. Y en todo caso, es evidente que la responsabilidad de la frase es mía, punto. De nadie más. Yo no soy de los políticos que miran para otro lado en las responsabilidades que tienen. La frase la dije yo, estaba equivocada y es exclusivamente mía.

P. En momentos de crisis como los que estamos atravesando, los ciudadanos, de forma instintiva, buscan refugio en las instituciones y, especialmente en el presidente del Gobierno. Yo me atrevería a decir que hay muchos ciudadanos, muchos de ellos votantes del Partido Socialista, que estos días han echado de menos un liderazgo más marcado.

R. No me atrevería yo a hablar en nombre de los ciudadanos. Yo creo que los ciudadanos se expresan de múltiples maneras. Ni creo que tengamos en absoluto una situación de crisis. Hemos tenido un trágico atentado, pero crisis, ninguna. Porque la fortaleza de la democracia es grande, y la disposición y fortaleza del Gobierno para afrontar la política antiterrorista también. Lo que hemos tenido es una ciudadanía ejemplar, madura, responsable, que no quería que pasara lo que pasó, pero que sabía que existía el riesgo de que eso podría pasar; y, bueno, lo que he recibido ha sido muchísimas muestras de apoyo y de ánimo en estos días, desde el día 30, de los ciudadanos y de mucha gente que normalmente ha venido apoyando este proyecto. E incluso de gente que no lo apoyaba.

La gente ha sido en eso muy solidaria. La gente está con dolor. Primero, con dolor porque ha habido dos víctimas, y segundo, con frustración. He oído muchas veces el "¿pero otra vez, pero otra vez?", después de tres largos años de una situación que parecía que avanzaba positivamente y que, lamentablemente, ha tenido un duro golpe.

P. En una entrevista con este periódico el 25 de marzo pasado, apenas tres días después de la declaración del alto el fuego, usted contestó lo siguiente a una pregunta sobre cómo se reconstruyó el proceso de paz en Irlanda del Norte después de que el IRA atentase en Londres y causara precisamente dos muertos: "Se reconstruyó porque hubo siempre un hilo de comunicación [...]. Ésa es la reflexión que nos han trasladado. Siempre se mantuvo un hilo de comunicación y de mínima confianza". ¿Sostiene aún esa idea? ¿Eso es aplicable al caso español?

R. Al día de hoy, no. Al día de hoy, no. No, porque el atentado ha sido una opción muy grave. Al día de hoy, no. No hay ninguna expectativa. He de decir que el proceso de Irlanda no se parece en nada. Pero, sobre todo, no se parece en lo político. No se parece en lo político porque allí hubo un apoyo absoluto de los partidos al Gobierno y un ambiente muy distinto. Yo tomé buena nota de las informaciones y de la experiencia de Tony Blair. Una parte me la quedo para mí, para el futuro.

P. Entiendo que puede ser duro, pero ¿qué le diría al jefe de los terroristas si tuviese la ocasión?

R. Es una pregunta muy periodística, pero creo que el presidente del Gobierno no debe dirigirse al jefe de los terroristas...

P. ¿Retiro la pregunta?

R. Me dirijo a quienes practican la violencia. Decirles simplemente dos cosas. La primera: matar, como decía Stefan Zweig, no es defender una idea, es simplemente matar. Y la segunda: que el destino es el fin, el destino es el fin, el fin. Sólo queda saber cuánto quieren prolongar ese destino indubitado que es el final de la violencia, sin que lógicamente ningún país democrático pueda aceptar la intimidación para la persecución de sus objetivos. En democracia sólo cabe la política, nunca la violencia. Quien usa una pistola no es capaz de usar la palabra; quien usa una bomba es que es incapaz de someterse a un debate democrático, a un debate público. ETA sólo tiene un destino: el fin.

P. Más allá del descarrilamiento final que supone el atentado en Barajas, resulta evidente que desde el principio algo empezó a ir mal. El proceso se empezó a apartar muy pronto de las líneas que usted mismo había trazado inicialmente: no mezclar las dos mesas, la violencia en las calles, que no sólo nunca acabó del todo sino que empezó a rebrotar con fuerza, el robo de las pistolas en Francia. Visto en retrospectiva ¿dónde cree ahora que empezó a naufragar todo?

R. Eso ha tenido sólo un punto determinante de naufragio, que ha sido el atentado. Que íbamos a tener situaciones complicadas, difíciles, retrocesos, parones, eso estaba dentro de la lógica de una tarea de esta naturaleza. Y además hay algo que es muy extraño. Y es que el tiempo ha sido relativamente breve. Han transcurrido seis meses desde que de una manera formal autoricé que hubiera representación del Gobierno en diálogo con representantes de ETA. Es poco tiempo. Es poco tiempo para que se haya producido lo que se ha producido el día 30. Poco tiempo, objetivamente, para lo que representa un proceso de esta naturaleza, teniendo en cuenta de dónde venimos y lo que supone afrontar los múltiples laberintos que tiene el hacer que una banda terrorista con tanta historia ponga fin a su actividad.

P. Sabiendo lo que sabe ahora, y cómo ha acabado todo, ¿en qué momento volvería atrás y diría: "¡Basta! Hasta aquí hemos llegado?".

R. No, eso es imposible planteárselo. Supongo que es un ejercicio interesante, pero es imposible. Hemos estado tres años y medio sin víctimas mortales. Ahora hemos tenido la tragedia de dos víctimas con este atentado y mi objetivo, reitero, es que no haya atentados, que no haya víctimas mortales, desde la democracia, desde la política, desde el Estado de derecho, desde la justicia y desde la ley. Y todo el mundo puede entender que un Gobierno tiene que trabajar en muchos frentes ante esta tarea. Y tiene que trabajar, a poder ser, con el máximo apoyo en este tema, con el máximo apoyo social, ciudadano, político, de opinión... pero, bueno, de eso hablaré en el futuro.

P. ¿No considera que se ha involucrado usted demasiado personalmente en el proceso?

R. Esto sí es una decisión política muy madurada. Creo que la responsabilidad de una tarea como ésta sólo puede asumirla el presidente del Gobierno. Tratándose de un tema de tal envergadura no podría dejar de estar en primera línea, no dar la cara cada día. Y la he dado en defensa del diálogo, del proceso de paz y del convencimiento de que un final de la violencia debe ser objetivo. No compromiso, evidentemente, porque eso no lo puede garantizar nadie, pero objetivo permanente del Gobierno.

Me produce tanto espanto la violencia, tanto desgarro, la considero tan injusta, tan inútil, que tener la oportunidad que me han dado los ciudadanos de dirigir el Gobierno y no dedicar todo mi tiempo, todo el tiempo necesario y todo el esfuerzo, a evitar que haya violencia, no me lo perdonaría a mí mismo. No asumirlo en primera persona directamente tampoco va en mi concepción de lo que es el principio de responsabilidad política y de responsabilidad democrática. Por eso, aunque diga que es la primera vez que un presidente del Gobierno va a ir al Parlamento a un debate que no es fácil, no es fácil, mi opinión es que no es fácil para nadie. Supone también, creo, un elemento de asunción de valores democráticos, en los que siempre he querido que este país estuviera en primera línea. A pesar de que sea un tema difícil, una comparecencia difícil, los ciudadanos seguro que valorarán que me explique hasta donde me pueda explicar, en función de la naturaleza de la cuestión. Tengo plena confianza, plena, absoluta confianza en la comprensión de la ciudadanía. La gente puede estar con dolor y con tristeza, pero la gente no reprocha a un Gobierno que intente un fin tan noble como ver el fin de la violencia y la paz.

P. ¿Con qué elementos va a afrontar la nueva etapa que se abre ahora? Porque el entendimiento con el PP parece del todo imposible de recomponer, y desde luego, la decisión de Rajoy de boicotear las manifestaciones supone una censura tremenda en la democracia española. También en esto se pisa a partir de ahora terra incognita.

R. En mi opinión y en mi decisión voy a seguir trabajando por tener la máxima capacidad de diálogo con el Partido Popular en la lucha antiterrorista. A nadie le extrañará que esta afirmación sea creíble. Porque está avalada por mi actitud como líder de la oposición durante cuatro años, que fue de pleno apoyo y respaldo al Gobierno de Aznar en la lucha contra el terrorismo. Pleno apoyo y total respaldo. Di todo el apoyo en la lucha contra ETA al PP y no he recibido ninguno en estos dos años largos de Gobierno. Aun así, como considero que es bueno para el país, bueno para el Estado el tener diálogo, colaboración, yo seguiré intentándolo, seguiré intentándolo.

Si el Partido Popular ha adoptado una posición estratégica inamovible que, a tenor de lo que ha pasado con la asistencia a la manifestación todo parece apuntar, sinceramente, no le hace un favor a nadie, a nadie. Ni a sí mismo, desde el punto de vista político.

P. Un año después de su llegada al poder, usted mostraba todavía cierta comprensión con las posiciones de Rajoy (no apoyar la política antiterrorista, no a la reforma constitucional, las mentiras sobre el 11-M). En una entrevista con EL PAÍS dijo exactamente: "Mantengo una tesis a este respecto. El PP está todavía en proceso de digestión de su derrota electoral y un año es poco tiempo". Han pasado tres ya.

R. Sí, normalmente es poco tiempo un año y, a veces, tres también. Todo indica que van a ser necesarios cuatro.

P. ¿U ocho?

R. Bueno, cuatro de momento, ¿no? Cuatro de momento. Es evidente. Cuando un partido que sale de la derrota electoral del 14 de marzo y tiene como estrategia prioritaria el intentar convencerse y convencer a la opinión pública de que el atentado brutal del 11 de marzo fue extraño, dejémoslo ahí; y el causante de su derrota, pues es que ya parte con una deformidad total a la hora de afrontar una posición política de oposición razonable, crítica. Creo que nadie puede dudar de que me encanta el debate democrático y sé muy bien cuál es la tarea de la oposición. Pero le ha llevado no a irse más allá, sino a donde seguramente nunca, ni ellos mismos, pudieron imaginar: a hacer de la lucha contra ETA, o del tema de la lucha contra ETA, la prioridad en la lucha contra el Gobierno. Cuando en perspectiva lo veamos y en perspectiva lo vea el Partido Popular, llegará a la conclusión de que ha cometido un profundo error. Un profundo error global y para sus intereses.

P. Después de la Conferencia de Presidentes de esta semana, usted ha dicho que siempre ha sido leal. ¿Qué significado tiene en política hoy la palabra lealtad? ¿Calificaría usted de desleal a Rajoy?

R. No. Yo lo que digo es que me parece que determinadas afirmaciones o determinados usos son de deslealtad, ¿no? Por ir a uno que me parece grave: que alguien haya grabado una reunión del presidente del Gobierno con los presidentes autonómicos, que es una reunión de la máxima expresión institucional de un país. Que alguien haya grabado esa reunión. Eso es deslealtad con su país, con el Estado y con los valores democráticos. Son reglas, usos convencionales. ¿O es que cuando uno va a esos ámbitos ya no va a poder hablar? Creo sinceramente que, además, es imprescindible que esto se aclare. Imprescindible. Imprescindible para el buen funcionamiento democrático. Pues es una deslealtad inconcebible, una deslealtad inconcebible. Cada uno tiene el compromiso con la lealtad que tiene. Desde luego, el mío fue absoluto en situar el terrorismo fuera de la política, fuera de la diatriba política. Lo hice el primer día. Lo hice el primer día y además me siento muy orgulloso de haberlo hecho. Seguramente ésa fue una de las razones por las que los ciudadanos me dieron la confianza, en 2004. No sé si otros lo han hecho. Y seguramente será una de las razones por las que los ciudadanos dudarán mucho en darles la confianza.

P. ¿Le llamó Rajoy el día del atentado?

R. No. Le llamé yo ese día para informarle, a media mañana. Le llamé desde Doñana, antes de salir, para contarle la información que teníamos. Y luego le llamé por la tarde desde aquí, justo después de que me dieran la información de que podía haber una segunda víctima, que ya se confirmó a media tarde. Y antes de salir a formular la declaración, le conté que iba a hacerlo. Y luego he hablado con él, desde el día del atentado hasta el día en que nos entrevistamos. Hablé cuatro veces por teléfono con él. Siempre le he llamado yo.

P. Y ese día, ¿cómo fue el tono de la conversación?

R. No, el tono es agradable siempre, en lo personal. Mucha gente se extrañaría cuando luego se nos ve, o especialmente se le ve a él en la tribuna, incluso después de la salida de las reuniones en Moncloa. Pero las conversaciones suelen ser bastante amables y tienen un tono de cordialidad elevado. No parece en absoluto que estemos en las antípodas cuando estamos hablando, digamos, en privado, tranquilamente, relajadamente. Quizá es una de las hipotecas que tenemos todos en la vida pública, el papel hacia la opinión y hacia la ciudadanía. Pero bueno, es así.

P. ¿Cómo ve ahora el futuro inmediato en el País Vasco en cuanto a la política exclusivamente se refiere? Porque en toda esta crisis surge una figura que parece gozar de la confianza y del aprecio por su parte, que es Josu Jon Imaz.

R. Efectivamente, yo creo que es un responsable político que reúne dos cualidades: una, es responsable y se ha puesto al frente de una situación como el proceso de paz, y después del atentado, con valentía, con coraje. Y dos, tiene profundos principios éticos. Le tengo un gran respeto y una máxima consideración a Josu Jon Imaz, aunque disputemos democráticamente espacios políticos en Euskadi.

P. Usted siempre ha recalcado la necesidad estratégica de incorporar a la democracia a ese mundo de la izquierda abertzale del que ha hablado antes, a esos 150.000 votantes aproximadamente que tiene Batasuna. ¿Ahora qué va a pasar, políticamente hablando, con esas 150.000 personas?

R. Deseábamos que ese llamado espíritu de Anoeta del que habla la izquierda abertzale no fuera retórica, sino que fuera un espíritu con contenidos reales. Y el contenido real es que la política es el único camino. La política democrática es el único camino, desde donde se pueden defender todas las ideas. Quienes quieran hacer política, la deben hacer defendiendo los valores irrenunciables de la convivencia, que se traducen en un no rotundo a la violencia y un no valiente a quienes practican la violencia. Y yo he hecho todos los esfuerzos. Todos los esfuerzos.

Creo que me he caracterizado por tener una voluntad de crear las mejores condiciones para que eso se pueda producir, para que den todos los pasos. No dan los pasos, tienen que recorrer aún un largo camino. Y lo deseo. Lo deseo porque si lo dan, se convencerán de que estaban en un error. Y además, ésa es la grandeza de la democracia. La democracia les dará el espacio que puedan tener en función de su representación ciudadana. Sólo ese espacio. Pero les dará ese espacio si dan un paso determinante que es, insisto, decir no a la violencia y no, o hasta aquí, a los violentos.

P. Está descartado, por tanto, que puedan participar en las elecciones municipales del 29 de mayo...

R. No se me alcanza cómo, no. Está en sus manos, está en sus manos. Tanto que hablan de crear las condiciones democráticas: la primera condición democrática que hay que crear es poner fin a la violencia. Es la primera condición democrática, la primera. Decir no a la violencia. A partir de ahí, existe un espacio en el que, sin duda alguna, todos los Gobiernos, desde luego éste, la democracia, los partidos políticos, estarán en la mejor disposición para que el destino sea distinto a lo que hemos vivido.

Un video del PP achaca a Zapatero altercados de la etapa de Aznar

La cinta rescata incidentes ocurridos en Madrid y Barcelona cuando todavía gobernaba la derecha. El partido afirma que el documento es obra suya, pero después atribuye el error a una productora.

 

El PP, después de calificar de “juego sucio” Confidencial. Cat, el vídeo de CiU contra el tripartito, ha cargado contra el Gobierno mediante un espot en el que se presenta España como un país tomado por las mafias, la delincuencia y la violencia callejera. El problema es que, en aras del tremendismo, ha patinado el rigor.

Para demostrar que la seguridad es uno de los grandes “fracasos” de José Luis Rodríguez Zapatero, se han colado dos imágenes, de las más impactantes, de altercados que tuvieron lugar mucho antes de que el PSOE llegara al poder. El presidente era entonces José María Aznar.

Concretamente, una muestra los enfrentamientos entre la policía y los okupas en la Vía Laietana de Barcelona, con lluvia de contenedores incluida, que fue publicada en la prensa el 29 de octubre de 1996. Otra refleja los incidentes provocados por un grupo ultra después de que ETA colocara una bomba en los alrededores del estadio Santiago Bernabéu, horas antes de un MadridBarcelona. Fuentes cercanas a la dirección del partido aseguraron en un primer momento que la cinta la había elaborado el equipo del responsable de Interior, Ignacio Astarloa. Pero, después de que el error trascendiera, sus responsables de prensa intentaron derivar las responsabilidades a una productora privada y señalaron que “lo más importante es el contenido”.

PLAN DE CHOQUE Los populares han elaborado el vídeo para exponer la situación de inseguridad que, a su juicio, se vive en España, cara a la conferencia que ayer y hoy han organizado con expertos para presentar un plan de choque que ataje la situación. El jueves lo repartieron a los medios de comunicación y ayer se colgó en la web del partido, pero no se exhibió en el simposio.

Fuentes del PP, antes de conocerse los errores en la selección de imágenes, señalaron que se mostraría hoy en el marco de la intervención de Mariano Rajoy, que clausurará la conferencia. Asimismo, afirmaron que se usaría en las sedes provinciales del partido cara a las elecciones municipales del 2007.

La cinta, que apenas dura un minuto y medio y que tiene una estética que recuerda al espot del dóberman que utilizó el PSOE en contra el PP en la campaña del 96, comienza con una intervención de la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, en la que afirma que “España es hoy más segura que ayer”. A continuación se muestran, apoyadas por una música machacona, imágenes de crímenes, rastros de sangre, vecinos asustados y las pistas de El Prat tomadas por los trabajadores. Se intercalan datos alarmantes, como que en España hay cuatro muertos al día. Y frases como que “la doctrina de Rubalcaba” es la “doctrina del escándalo”. El espot finaliza asegurando que el PP tiene “alternativa”.

La portavoz popular de Interior en el Congreso, Alicia Sánchez Camacho, dijo por la mañana a este diario, durante la conferencia, que la intención del vídeo es “trasladar a los ciudadanos que en España la situación es muy grave”. “Por eso se han usado datos, como los cuatro muertos al día, que la gente desconoce”, dijo poco antes de rechazar que la cinta fuera alarmante. En su opinión, muestra “la realidad” con imágenes de telediarios, que afirmó que el partido había comprado.

El montaje fue criticado por varios partidos políticos y los sindicatos policiales mayoritarios que ayer fueron invitados a una comida con los responsables de Interior del PP en el marco de la Conferencia. El portavoz socialista en la Comisión de Interior del Congreso, Antonio Hernando, criticó la “manipulación” del vídeo y afirmó que Rajoy, Acebes y Astarloa “deberían estar agotados de tanto mentir a los españoles”. En un comunicado, Hernando señaló que hay dos fragmentos con imágenes de 1996 y del 2002, momentos en que gobernaba el PP.

“IMPRESENTABLE Y PELIGROSO En IU, su secretaria de Libertades, Ángeles Yagüe, lo calificó de “impresentable, manipulador y peligroso” por vincular inmigración y delincuencia. La conexión no es explícita en la cinta, pero es cierto que entre las imágenes que se pueden seleccionar para hablar de inseguridad han usado tomas de las fronteras y se acusa al Gobierno de no tener el control.

Respecto a los sindicatos policiales, el portavoz del mayoritario SUP, Maximiano Correal, aseguró que las imágenes “parecen sacadas de otro país” y que “no reflejan en absoluto la situación que se vive en España”. En la misma línea, Fernando Vázquez, presidente de UFP, se mostró contrario al mensaje que trasluce: “Es absolutamente exagerado”.

Por otra parte, el PP presentará hoy 200 propuestas para atajar la situación de inseguridad que a su juicio hay en España. El secretario general del partido, Ángel Acebes, aseguró que el número de delitos ha crecido un 14% desde que gobierna el PSOE y abogó por un modelo policial con más efectivos “para toda España” y sea una “alternativa” a la falta de ideas del Ejecutivo.

LAS TEORIAS "CONSPIRATIVAS" DEL PP SOBRE EL 11-M

Un producto para matar cucarachas es la conexión entre el 11-M y ETA. Un día después de que 10 partidos emplazaran al PP a dejar de "manipular" al Parlamento con el 11-M, los populares resucitaron ayer el fantasma del supuesto vínculo entre ETA y la masacre. Para ello tomaron como base "elucubraciones sin fundamento", según la Comisaría General de Policía Científica, de tres peritos químicos que analizaron varias muestras de un insecticida para cucarachas hallado a finales de 2004 en la casa de un dirigente del Grupo Islámico Combatiente Marroquí. La clave es que es el mismo producto que se encontró tres años antes en un piso franco de ETA.

ACTA DE REGISTRO DEL PISO DE ETA

Los policías que registraron un piso franco de ETA de Salamanca en 2001 hallaron armas y explosivos en el salón de la vivienda de los etarras, presos desde 2001.

UN TUPERWARE CON POLVO BLANCO

El acta del registro de Salamanca, firmado por policías de Valladolid y Salamanca, explica cómo un tuper con ácido bórico mezclado con pelos estaba en el baño.

"PARA MATAR CUCARACHAS"

Tres años después, la policía encontró ácido bórico en la casa de un dirigente del Grupo Islámico Combatiente Marroquí en Lanzarote. El acta levantado el 17 de diciembre de 2004 explica que los habitantes de la casa usaban el ácido bórico "para matar cucarachas".

"NUMEROSOS PELOS"

Este documento es la petición de análisis del ácido bórico hallado en el baño de los etarras, "con numerosos pelos". Había un kilo, la cantidad de la bolsa más comercial de Cofarcas.

El viaje de Zapatero

JUAN JOSÉ MILLAS
EL PAIS SEMANAL - 23-07-2006

Aquel día nos despertamos con la revelación de que los intereses de Zapatero coincidían punto por punto con los de ETA. Así apareció en los periódicos, que citaban fuentes del PP cuyos líderes confirmaron y amplificaron la noticia a través de las emisoras de radio, mientras desayunábamos. La revelación funcionó a la manera de un Apocalipsis de bolsillo que alivió la contrariedad de que el mundo, pese a ser el 6-06-06, no se hubiera acabado. El fin del mundo tiene un extraordinario tirón electoral que había venido explotando en régimen de monopolio el PP. Lo normal, pues, es que ofreciera algo a cambio. Y ahí estaba: Zapatero y ETA eran siameses.

Todos pensamos que el Gobierno, tras este descubrimiento escandaloso, se iría al carajo. Inconcebiblemente, no ocurrió nada, en parte porque el fin del mundo no es lo que era y en parte porque España no existía. Así lo había asegurado también Rajoy unos días antes sin que nadie le prestara atención. “Este hombre”, dijo refiriéndose a Zapatero, “ha borrado a España del mapa”. Y no la había borrado de cualquier manera, sino con la minuciosidad de un psicópata, desmembrándola región a región y escondiendo sus extremidades en la nevera, para devorarlas poco a poco.

No era todo: un columnista, apenas unos días antes de la fecha del fin del mundo, había escrito que la capacidad de Zapatero para el Mal (así, con mayúscula) carecía de límites; otro, que era un tontiloco al que atribuía sin embargo poderes especiales para acabar él solo con el Estado de derecho. Uno más lo comparó con Harry Potter, asegurando que vivía, junto a su mujer e hijas, rodeado de búhos. Alguien nos advirtió de que sus formas suaves ocultaban a un lobo sediento de sangre. Un profesor, no recordamos ahora mismo de qué materia, lo describiría como “un hombre resentido, simulador, visceral, con obsesiones políticamente inconfesables”. Rajoy, solo o en compañía de otros, había dicho de él una y otra vez que era un inconsistente, un tonto, un inútil, un bobo, un incapaz, un acomplejado, un cobarde, un prepotente, un mentiroso, un inestable, un desleal, un perezoso, un pardillo, un irresponsable, un revanchista, un débil, un arcángel, un sectario, un radical, un chisgarabís, un maniobrero, un indecente, un loco, un hooligan, un propagandista, un visionario, un chapucero, un excéntrico, un disimulador, un estafador, un agitador, un fracasado, un triturador constitucional, un malabarista, un mendigo de treguas, un traidor a los muertos… Había asegurado que no tenía programa, que no tenía equipo, que no tenía proyecto, que no tenía ideas, que no tenía agallas (el buen gusto le impedía añadir que no tenía pilila). Pese a tantas y tan graves carencias, se le atribuían empeños heroicos, como el de pretender ganar la Guerra Civil con setenta años de retraso.

El domingo anterior a este martes negro, una caricatura del diario El Mundo mostraba a Zapatero regando una planta (la de la paz) con las aguas fecales procedentes de una manguera que salía de una alcantarilla. La manguera estaba dibujada de tal forma que parecía al mismo tiempo la cola de una rata estratégicamente colocada en el cuerpo del presidente del Gobierno. Se sugería así que reinaba en las cloacas, como uno de los más célebres enemigos de Batman y de Robin. “Este presidente”, escribía un catedrático en Abc, “adolece de una inanidad intelectual indisimulable, casi espectacular”. Álex Vidal-Quadras, en La Razón, le atribuía el empeño de “resucitar el clima cainita de la II República”. Santos Juliá escribía en EL PAÍS: “Hay que mirar muy atrás para encontrar un presidente de pensamiento tan débil, pero tan rebosante de lo que, a falta de mejor definición, acostumbramos a llamar instinto de poder”. José García Abad atribuía a Felipe González la siguiente frase, referida a Zapatero: “Éste sigue con su idea… Que no pasa nada… Que no pasa nada… Y se nos cae el invento. Está loco…”.

Si tuviéramos que hacer una relación de los calificativos (con frecuencia contradictorios) aplicados a José Luis Rodríguez Zapatero desde diferentes sectores y a lo largo de estos dos años de Gobierno, necesitaríamos un volumen de la Espasa. Y ello sin contabilizar los lanzados desde las manifestaciones de la derecha que salió a la calle en varias ocasiones, unas a favor del matrimonio (cuya destrucción, junto a España y el Estado de derecho, era uno de los objetivos de Zapatero); otras, a favor de Dios (que, increíblemente, estaba perdiendo la batalla también frente a este individuo de formas educadas), y, otras, en contra de su política antiterrorista, pues llevábamos ya tres años sin muertos, dos de los cuales se podían imputar, evidentemente, a su gestión. Asimismo, durante este periodo se había derogado una norma no escrita, dictada por Aznar y aceptada por las fuerzas políticas y la ciudadanía, según la cual el responsable de un crimen era el criminal. Ahora, si alguien lanzaba un cóctel molotov contra un cajero automático, el responsable era, indefectiblemente, Zapatero. En cuanto a los comunicados de la banda, gozaban también, al contrario de lo que ocurría en otras épocas, de más credibilidad que los del Gobierno. Si el 11-M se calificaba de miserables a quienes creían a Otegi en vez de al ministro del Interior, ahora los miserables eran quienes creían al ministro del Interior en vez de a Otegi. Lo que decían ETA o Batasuna iba a misa. Y, hablando de misas, hasta los obispos, que no se habían manifestado jamás, nunca, por nada, pese a las imperfecciones del mundo, abandonaron ostentóreamente (cortesía de Gil y Gil) sus palacios y tomaron las calles con sus gafas de sol para rasgarse las vestiduras frente a las cámaras de la tele.

Entre unos y otros, habían convertido a Zapatero en un superhéroe inverso, en un canalla, si ustedes quieren, pero un canalla con cualidades sobrenaturales contra el que no habían aparecido un Batman, un Supermán, ni siquiera un Hombre Araña capaz de hacerle frente. Las fuerzas del bien, representadas por Rajoy, Acebes y Zaplana (tres flojos), sólo podían rezar el rosario y encargar novenas frente a una población que parecía anestesiada. Tanto era así que Zapatero ni siquiera necesitó defenderse de la evidencia de haberse puesto al servicio de ETA. Más aún, ordenó a su gente que no respondiera a aquella imputación que, de ser cierta, constituiría un delito de colaboración con banda armada.

Cuando la tarde del 6-06-06 Rajoy anunció en el Congreso que daba por rotas las relaciones con el Gobierno de España, España, España, el presidente del Gobierno subió a la tribuna de oradores y le respondió con educación, con cortesía, con amabilidad, invitándole una y otra vez a sumarse al resto de la Cámara para terminar con la violencia. Por no responder, Zapatero no respondió ni a Esperanza Aguirre, que ese mismo día le echó en cara que aún no hubiera pedido perdón por los “Gulag” de Stalin. Zapatero le podía haber contestado que Manuel Fraga, felizmente reinsertado sin haber pedido perdón por sus crímenes, fue uno de los colaboradores más activos de la banda armada de Franco antes de presidir el PP. En lugar de eso, calló y ordenó a los suyos tender puentes con el adversario. Al día siguiente, un José Blanco lívido, si se me permite la redundancia, pedía públicamente disculpas al PP si se le había ofendido en algo.

Un hombre del que se afirmaba simultáneamente que era listo y tonto, grande y pequeño, alto y bajo, ingenuo y malicioso, bondadoso y perverso, vanidoso y humilde, calculador y visceral, etcétera, era, literariamente hablando, un mito. Y con la actitud sobrecogida del que espera a un mito le aguardaba yo la mañana del domingo 21 de mayo en el helipuerto del palacio de la Moncloa, para acompañarle a Barakaldo, donde daría un mitin. Aunque habían anunciado que las temperaturas a mediodía serían altas, ahora hacía un fresco que combatíamos frotándonos las manos mientras íbamos de un lado a otro de la pista. En esto, apareció un coche con los cristales ahumados del que descendió un individuo normalmente constituido, con expresión de sueño. Al darle la mano, observé que se había dejado al afeitarse tres o cuatro pelillos de difícil acceso debajo de la nariz y que tenía un pequeño derrame en el ojo derecho. Costaba creer que se tratara de José Luis Rodríguez Zapatero, pues no se advertía en él ningún atributo sobrenatural. O sea, que mucho ruido y pocas nueces.

Aunque, para ruido, el que había dentro del helicóptero de las Fuerzas Armadas que nos trasladó a Torrejón, donde tomaríamos una aeronave. El viaje desde Moncloa a la base aérea apenas dura 10 minutos, pero resultan inolvidables por el estruendo de las aspas y también por el olor a gasolina, que coloca mucho, una cosa por otra. Le pregunté a Zapatero si el helicóptero de Bush sería tan agresivo y me dijo que no estaba seguro, pero que creía que no. Luego fingimos mantener una conversación, pues aunque ni yo le oía a él ni él a mí, sonreíamos mucho y asentíamos sin parar como cuando hablas con alguien cuyo idioma no entiendes y no te atreves a decírselo. De vez en cuando, mirábamos por la ventanilla. Madrid tenía el aire característico de un domingo por la mañana, sin tráfico, sin humo, sin nervios: un mundo de café con leche y periódicos desplegados sobre las mesas de las primeras terrazas veraniegas. Le pregunté qué iba a decir en Barakaldo, donde los socialistas celebraban el Día de la Rosa, y me dijo que iba a dar un par de titulares.

–Ya he aprendido a dar titulares –añadió con ironía–. Al principio creía que bastaba con dar ideas. Pero me decían que no, que había que dar titulares.

De modo que él se dedicó a lo suyo y yo a lo mío. Pero tuvo más éxito él en lo suyo que yo en lo mío, pues triunfó en el mitin, donde la gente se mató a aplaudirle, y logró ser cabecera de todos los telediarios. Yo, en cambio, no di con ningún signo que delatara su alianza con los poderes infernales. Y después de triunfar, en vez de quedarse a comer con los amigotes, volvió a casa, para pasar el resto del domingo en familia. Todo muy decepcionante, incluido el discurso con el que arrebató los aplausos, en el que no insultó a nadie ni se cagó en nada ni ridiculizó a sus adversarios. Recordó con emoción a los muertos, dijo que los valientes son los que usan la palabra, pues sólo el miedo recurre a la fuerza, y tras lanzar un mensaje de esperanza a los asistentes, asegurándoles que lo iban a conseguir, que iban a ver el final de la violencia, anunció que a lo largo del mes de junio acudiría al Congreso para anunciar el principio de los contactos con ETA. Todo en un tono muy civilizado, muy reflexivo, asegurando que la fórmula para obtener resultados era una combinación de paciencia democrática más valentía.

Ya en el avión, durante el viaje de vuelta, decidí meter el dedo en una zona de su biografía sobre la que sabemos poco. Rodríguez Zapatero fue diputado por León durante 20 años. Eso quiere decir que pasaba prácticamente la mitad de la semana en Madrid, completamente solo, alejado de su familia y sin nadie que le controlara. Era como vivir una vida dentro de otra. Sabemos a lo que se dedicaba en la vida de afuera. ¿Pero en la de dentro? ¿Adónde iba por las tardes, al salir del Congreso? ¿Qué hacía al llegar al apartamento o al hotel? ¿Qué libros había en su mesilla? ¿Qué pensaba cuando se despertaba en medio de la noche y durante una fracción de segundo no sabía si estaba aquí o allí? ¿Cómo imaginaba que sería el resto de su vida? ¿Cómo, el resto de la nuestra? La historia de la literatura está llena de individuos que en situaciones semejantes se aficionan al satanismo, al bricolaje, a los burdeles o a la investigación sobre el movimiento continuo. Convencido aún de encontrarme frente a un mito, me dio por imaginar que durante aquellos años le había ocurrido algo esencial que explicaría, de un lado, la existencia de sus superpoderes, y, de otro, el hecho de que los dedicara a la propagación del mal.

Pero me quitó la idea de la cabeza enseguida. Dijo que no le había ocurrido nada esencial durante aquellos años. Había llegado a Madrid, desde León, con lo esencial puesto. Añadió que paraba siempre en hoteles, porque la idea del apartamento le desagradaba, y que su dedicación al Parlamento era tal que no le quedaba tiempo para otra cosa. No era un diputado conocido, pero sí reconocido, pues echaba muchas horas en el despacho y trabajaba bien, según los cronistas parlamentarios de la época. Cuando salía, era, por lo general, de noche, y o bien se iba a cenar con los compañeros o bien se metía en un cine de la Gran Vía. Al salir del cine, entraba en el VIPS, tomaba algo y compraba la prensa del día siguiente, con la que se iba al hotel como un niño con zapatos nuevos. Recuerda, el de leer la prensa del día siguiente antes de acostarse, como uno de los grandes placeres de la época.

Intenté extraer alguna conclusión sobre esta afición a sacar unas horas de ventaja a sus contemporáneos, pero tampoco me ayudó. En vez de alimentar el mito, como Dios manda, se empeñaba en destruirlo, comportándose como un sujeto normal. Así las cosas, la conversación comenzó a languidecer. Me pareció, sin embargo, que miraba por la ventanilla del avión con expresión nostálgica, como si se acordara de algo perdido o muerto. Se trataba de una expresión que ya le había visto en el coche oficial. Estuvo de acuerdo conmigo en que echaba de menos aquellos días en los que podía caminar solo por la calle, un placer del que no había vuelto a disfrutar desde que ganara el congreso de su partido. Tal vez, cuando se asomaba al mundo por la ventanilla, contemplaba una versión de sí en la que continuaba siendo un desconocido que compraba la prensa del día siguiente en VIPS. Tal vez se veía saliendo del cine, caminando, Gran Vía abajo, hacia uno de los hoteles –el Prado, el Suecia, el Carlton, el Inglés– que entonces frecuentaba. Tal vez se imaginaba entrando en la habitación, quitándose la chaqueta y la corbata. Podemos verlo sentado en el borde de la cama, telefoneando a su mujer, para ver cómo estaba todo por León. Dice que sí, que llamaba mucho a su mujer, varias veces al día. Por lo demás, no le molestaba estar solo. Siempre ha apreciado un cierto grado de soledad.

El avión de las Fuerzas Armadas en el que viajábamos tenía, pese a sus comodidades, un aire un poco cuartelero. Las almendras y la cerveza que nos sirvieron sabían a cantina. No se puede ganar una cosa (ni las elecciones) sin perder otra. Se lo comenté a Zapatero y me dijo que la vida era así, una curiosa mezcla entre la nostalgia y la esperanza.

–Cuando nació mi hija mayor, por ejemplo, yo estaba asistiendo al declive de mi partido. Una cosa muere y nace otra. Un primo carnal mío, al que mi padre quería mucho, murió a los nueve años, cuando yo estaba a punto de nacer. Y mi madre falleció cuando tomaba las riendas del partido. La muerte y la vida van juntas. Siempre es así. Sentí mucho lo de mi madre porque nadie, como ella, habría disfrutado tanto de esta época. Yo era su ojito derecho –añadió riéndose con un punto de malicia.

Nos despedimos en Moncloa, después de otra sobredosis de gasolina y ruido, y yo me fui a casa completamente decepcionado. No había conseguido ver al diablo ni al arcángel ni al brujo ni al psicópata que, de acuerdo con mi documentación, habitaban sucesiva o simultáneamente en el cuerpo de ese hombre. Pero sí había dado titulares, pues también los periódicos del día siguiente abrieron con sus palabras en el mitin de Barakaldo.

José Luis Rodríguez Zapatero lleva dos años gobernando, pero parece que lleva quince debido a la velocidad diabólica (nunca mejor dicho) que ha impreso a su legislatura. Trabaja con la tenacidad de un aficionado al bricolaje y llega con el destornillador a todas partes. A la rapidez con la que cumplió la promesa de traer las tropas de Irak, se sumó la creación de un Consejo de Ministros paritario desde el que ha sacado adelante la ley contra la violencia de género, la de igualdad, la de matrimonios homosexuales, la de dependencia, la del tabaco, la de reproducción asistida… Éstas son algunas de las más conocidas, porque afectan a la vida cotidiana de grandes colectivos y han acaparado la atención de los medios. Pero también en lo aparentemente pequeño se percibe la actividad del destornillador. Así, durante este tiempo se ha suprimido la tartamudez como causa de exclusión en el acceso al empleo público; se ha incrementado en un 30% la inserción laboral de personas con discapacidad; se ha aprobado la ley que reconoce la lengua de signos (una antiquísima reivindicación del colectivo de sordos) y la de asistencia gratuita jurídica a personas con discapacidad. Ha mejorado la ley del divorcio (ya no es necesario que haya un culpable)… De entre sus perversas pasiones, la de la igualdad es la que más le obsesiona y a la que más tiempo dedica.

Lo curioso, con todo, no es que Zapatero dé la impresión de gobernar desde hace quince años, sino que Rajoy parece que lleva treinta años en la oposición. Y al día siguiente de haber perdido el último debate sobre el estado de la nación parecía que llevaba treinta y uno. Ni los propios socialistas comprendían muy bien qué le había ocurrido al que pasa por ser el mejor orador de la Cámara. La justificación más extendida era que Rajoy había perdido por negarse a hablar de terrorismo. Pero esa justificación resultaba terrible, pues confirmaba la idea, muy extendida, de que si al PP le quitas ETA se queda sin discurso.

El 31 de mayo, segunda jornada del debate sobre el estado de la nación, conseguí un pase especial para moverme a mis anchas por el Congreso. A las nueve en punto me encontraba en la tribuna de invitados. Miré hacia abajo y no vi a nadie, excepto a Zapatero y a María Teresa Fernández de la Vega, recién duchados y planchados los dos. Enseguida apareció Marín y tres o cuatro parlamentarios más. Poco a poco, la marea subió y a eso de las once había media entrada.

El segundo día del debate carece del morbo del primero, pero es excelente para apreciar el estado de ánimo de los grupos. La Cámara tiene la forma de un vaso en cuyo borde superior se encuentra la tribuna de invitados. Lo que se veía al mirar hacia abajo desde ese borde eran los restos del naufragio del grupo parlamentario popular. Los escasos asistentes de esa formación flotaban a la deriva entre un desolado mar de sillas. Recordé un verso de Virgilio, en La Eneida: “Aparent rari in gurgite vasto” (aparecen pocos náufragos en el vasto mar). Al mediodía entró en escena Rajoy, braceando penosamente hacia su escaño, que se había convertido en un resto de la embarcación con el que mantenerse a flote. Mientras el orador de turno hablaba, algunos de los que habían naufragado con él se acercaban nadando al pecio del dirigente popular e intercambiaban algunas palabras antes de regresar a su pedazo de madera.

Leyendo los periódicos, te dabas cuenta de que lo único que había hecho Zapatero para ganar el debate había sido poner enfrente de Rajoy un espejo. A cada crítica del dirigente popular, Zapatero le había respondido recordándole lo que hizo el PP, cuando gobernaba, en esa materia. Finalmente, le dio la puntilla con una frase capicúa muy apropiada para las vísperas de un Apocalipsis fallido: “Es usted, señor Rajoy, un profeta del desastre, pero un desastre como profeta”. Punto y aparte.

Tras echar una cabezada en mi silla de la tribuna de invitados (un periodista de La Vanguardia me pilló y lo publicó en su crónica), poco antes de la hora de la comida me acerqué a la zona del Gobierno, colándome en el despacho del presidente sin pedir permiso, a ver qué pasaba. No pasó nada. Lo encontré tomándose unas almendras con coca-cola en vez de sorprenderlo esnifando una raya de coca. Cogí una almendra del platillo, para analizarla más tarde, y le pregunté sagazmente cómo se encontraba (no lo puedo remediar, soy un tipo incisivo). Me dijo que el debate sobre el estado de la nación era un poco agotador, como jugar dos partidos de fútbol seguidos, pero se sentía en forma. Le pregunté entonces cómo se explicaba el costalazo de Rajoy y me dijo que un debate de esas características no se pierde o se gana porque tengas una buena o una mala tarde, sino porque hayas entrenado durante todo el año.

–Y Rajoy –añadió– ha venido sin entrenar. Se pasó el primer año de oposición hablando del 11-M y llegó al segundo sin respiración, y muy averiado respecto al Estatuto catalán. Su problema, ahora se ha visto, es que sólo tenía una oportunidad y se la ha jugado a la desesperada. En política las cosas no pasan porque sí. La política tiene una lógica aplastante. Se ha caído porque se tenía que caer.

En ese momento le llevaron la comida, y, aunque no me pidió que me marchara, lo hice por iniciativa propia, para aflojar un poco la presión y que se confiara. Tarde o temprano lo descubriría metiéndose un pico de heroína o hablando con Luzbel. Pasaban de las dos de la tarde y a las cuatro comenzaba de nuevo el debate. Pero no me fui lejos. Salí al pasillo y estuve merodeando por los alrededores del despacho, a la espera de alguna señal. Todo el mundo, excepto las secretarias del presidente, que pidieron unos bocadillos, se había ido a comer. No había moros en la costa, con perdón. En esto, escuché la voz de Zapatero, a través de la puerta del despacho que daba al pasillo. Hablaba por teléfono con alguien. Pegué el oído, convencido de que le iba a sorprender pactando con Josu Ternera el modo en que el Gobierno entregaría las armas a ETA, pero estaba resolviendo un asunto doméstico, algo relacionado con sus hijas. Me sorprendió que un tipo empeñado en acabar con la familia tuviera aquellas preocupaciones, pero lo cierto es que ya empezaba a dudar de todo.

Por la tarde, cuando terminó el debate sobre el estado de la nación, lo acompañé a Moncloa. Esa noche daba una entrevista en directo para un programa muy conocido de la televisión catalana. Su equipo estaba preocupado, pues podía ser el remate a dos días demasiado intensos. Pero no pasó nada. Zapatero llegó, se dio una ducha, se fotografió con las maquilladoras, habló por el móvil (es un vicioso del móvil), dio la entrevista, y aquí paz y después gloria.

Tras despedirlo a la puerta de su casa, un coche me llevó a la mía. En la radio había una tertulia de periodistas. Escuchándolos, daba la impresión de que quien había ganado el debate había sido Rajoy. Como tengo complejo de inferioridad, estuve a punto de dudar de mis sentidos. Al llegar a casa, en vez de acostarme, entré en Internet y revisé atentamente los titulares de la prensa de ese día y del anterior, advirtiendo de súbito la falta de apoyos mediáticos de Zapatero. Los periódicos de la derecha apoyaban sin excepción a Rajoy, intentando rebajar la magnitud de su descalabro, cuando no negándola, pero no había uno sólo que aplaudiera la actuación de Zapatero. Comparado con Aznar, que, además de manipular sin rubor los medios públicos, creó con el dinero de todos los españoles un gigantesco grupo mediático a su servicio, Zapatero se encontraba, desde el punto de vista mediático, desnudo. En parte, por voluntad propia, pues ni siquiera había intentado utilizar los medios públicos, como si no los quisiera o no diera importancia a su influencia. Esto puede chocar con una idea muy instalada según la cual hay una prensa que es mera correa de transmisión de sus iniciativas, pero basta repasar con cierta objetividad los titulares de estos dos años, así como los artículos de opinión, para comprobar lo que decimos. Hay, desde luego, unos medios que están más cerca de los planteamientos del PSOE que de los del PP, pero la figura de Zapatero no goza, ni de lejos, de los favores de los que gozó en su día Felipe González ni de los que disfrutó Aznar.

Pensé: Zapatero pertenece a una generación cuyos hermanos mayores forman parte de la del 68, caracterizada por ser una generación tapón. La generación del 68 siempre ha mirado con cierta displicencia a la del 80, cuyos componentes no se habían tenido que enfrentar al franquismo, no habían sufrido la clandestinidad, no habían leído los mismos libros (quizá ni siquiera habían leído). La gente del 80, desde el punto de vista de la gente del 68, eran unos flojos. No estaban politizados, no eran agresivos, pedían las cosas por favor y, en vez de asesinar a sus hermanos mayores, los habían observado siempre con admiración. Se me ocurrió que quizá la indiferencia, cuando no la hostilidad, con la que Zapatero era tratado en los mismos medios que tanto habían protegido a González se explicaba en términos generacionales, y llamé a José Andrés Torres Mora para comentárselo.

José Andrés Torres Mora es sociólogo y diputado del PSOE por Málaga. Pertenece a la generación de Zapatero y fue su jefe de gabinete desde que accedió a la secretaría general del PSOE hasta que ganó las elecciones. Su despacho, que se encontraba al lado del de Rodríguez Zapatero, estaba lleno de libros de teoría política. Si pasabas por allí, salías con tres o cuatro manuales de republicanismo debajo del brazo. Torres Mora habla como si hubiera alguien durmiendo, en un murmullo. Al principio ni le escuchas porque te parece mentira que de unas maneras tan sosegadas pueda salir algo medianamente agudo. Pero si prestas un poco de atención, resulta que pronuncia una o dos frases afiladas por minuto. Me confirmó, desde la sociología, que las dificultades de Zapatero con los medios se explicaban en clave generacional.

–La generación de Felipe González –añadió– tiene un gran relato sobre sí misma, un relato épico. Nosotros somos una generación sin relato. Más aún: nuestra generación no hace relato, no relata, no escribimos, no hay cosas nuestras. No estuvimos detenidos, no conocimos el mayo del 68, no contribuimos a construir una democracia que apreciábamos, pero en la que no había sitio para nosotros, pues cuando intentamos irnos de casa, no había un mercado laboral en el que refugiarnos. No podíamos ser ciudadanos porque no se puede ser ciudadano en casa. Se es ciudadano en la calle, en el trabajo, en el ágora, en el Parlamento. Sin embargo, y como dijo Zapatero en su día, nuestra lengua materna es la democracia. Por eso entendemos a la generación de Felipe mejor que ella a la nuestra. Nosotros, para salir adelante, nos hemos tenido que mover en ángulo ciego de la sociedad. Adelantamos a Bono en el congreso del PSOE por ese lado, lo mismo que a Aznar. Ni Bono ni Aznar se lo podían creer, porque ni nos habían visto llegar. Y no necesitamos a los medios como los necesitaron Felipe o Aznar porque nosotros conectamos con el ciudadano gracias a la fuerza que nos da creer en lo que decimos. Esa fuerza nos conecta con el mundo. En ese sentido, Zapatero inauguró una tendencia nueva cuando hizo, desde la oposición, su primer debate sobre el estado de la nación. En vez de dirigirse a los periodistas, se dirigió a los ciudadanos. El resultado fue que los periódicos dijeron al día siguiente que había perdido el debate. A los pocos días, la encuesta del CIS lo dio como ganador. ¿Por qué se equivocaron los medios? Porque estaban en manos de una generación que no le entendía. Nosotros creemos en las palabras que decimos; esto nuestro no es un experimento de laboratorio, sino una convicción. En ese sentido, la generación de Felipe fue una generación antipolítica, muy pragmática, pero antipolítica. Les estamos muy agradecidos porque modernizaron España y nos colocaron en Europa. Pusieron las bases para convertir a este país en lo que es. Pero eran antipolíticos en el sentido de que tendían a separar el pensamiento de la acción. Separar el pensamiento de la acción significa que unos piensan y que otros actúan, y los que piensan no hablan con los que actúan, no hay diálogo. Eso equivale a expulsar el pensamiento democrático con la coartada de que hay una verdad política preexistente al debate. Nosotros creemos que la realidad social es el punto de partida y que el acuerdo es el punto de llegada. Somos una generación de políticos porque estamos convencidos de que las decisiones mejoran cuanto mayor es la obligación pública de explicarlas. Creemos que hay que devolver el poder al demos, al pueblo, y eso los ciudadanos lo perciben sin necesidad de grandes estrategias de comunicación. Lo que hace fuerte a Zapatero es su apoyo social. Conecta con la gente, no con los medios. De otro lado, nosotros hemos sido con la generación de nuestros mayores más generosos que ella con nosotros. Tenemos en el Gobierno a María Teresa Fernández de la Vega, a Rubalcaba, a Solbes. Y tuvimos a Bono…

Mi siguiente cita con Zapatero era el domingo 4 de junio (estaba empeñado en hacerme trabajar los domingos). Le acompañaría a Lleida, donde participaría en un mitin a favor del sí en el referéndum sobre el Estatuto catalán. Zapatero estaba ilusionado con ese viaje porque iríamos en el AVE de Cascos, un tren de alta velocidad paradójico (va despacio).

–Cuando viajo de una ciudad a otra, siempre veo las cosas desde el helicóptero o desde el avión –me dijo–. El AVE me permitirá verlas al nivel de suelo.

Se equivocaba: nada más entrar en el vagón lo condujeron a un departamento con aspecto de caja fuerte en el que los asientos estaban colocados de espaldas a las ventanillas.

–Siempre impidiendo que vea usted la realidad –le dije.

–Así son las cosas –respondió resignado, abriendo un periódico.

A mí me venía bien aquella especie de caja fuerte porque no le permitiría distraerse con el paisaje. Aunque el departamento estaba preparado para cuatro personas, íbamos él y yo solos, uno enfrente del otro. Es muy difícil quedarse a solas con un presidente de Gobierno. Ahora es la mía, pensé observándole los tobillos, para ver si tenía pies de cabra, uno de los síntomas que delatan la presencia del diablo. Pero advertí, pese al filtro de los calcetines, que los tenía normalmente conformados. Por lo demás, estaba alegre, descansado, bromeando sobre sí mismo con aciertos surrealistas.

–Hoy me he levantado delgado –dijo– porque ayer nadé mucho y cené poco.

Como no había manera de que se comportara como un mito para darme una satisfacción y resolverme de paso el reportaje, le pregunté cómo se defendía del proceso de mitificación al que estaba siendo sometido por sus adversarios, pero también por la gente más cercana a él, que lo adoraba. Me dijo que no corría ningún peligro de creerse las exageraciones de los amigos ni las de los enemigos, que eso les ocurría a los que tenían más pasión por el poder que por la política.

–Pero mi pasión –añadió– es la política, no el poder.

–¿Eso explica también su relación con los medios? –le pregunté tras hacerle partícipe de mis conclusiones (y de las de Torres Mora).

–En parte, sí. Los medios son una forma de hacer política desde el poder, porque quieren poder, pero no quieren transformar la sociedad. ¿Tienen los medios alguna vocación transformadora, de cambio? Tiene mucho más afán de cambio la ciudadanía. Por eso, yo trabajo cada día más pensando en los ciudadanos que en los periodistas, tanto en mi forma de actuar como en la de comunicar. Y esto constituye un acto de fe democrática. La fe en la democracia informa cada acto de mi vida. La idea es que mandan los ciudadanos. En mi campaña electoral dije varias veces que me proponía quitar poder a los poderosos y entregárselo a los ciudadanos, y a eso es a lo que me dedico. El único poder que tiene el 90% de los ciudadanos es su voto, cada cuatro años. Los poderosos, en cambio, votan todos los días. Y esta convicción hay que llevarla a todas partes. Te voy a poner un ejemplo muy claro, el de la energía nuclear, que va a provocar un debate muy importante. En nuestro programa, que coincidía con un deseo muy fuerte de la ciudadanía, se incluía la reducción de centrales. Ya hemos cerrado una. Es evidente que hay problemas de energía, y que quizá aumenten por el precio del petróleo. Pues bien, nosotros, en ese contexto, vamos a hacer un calendario de cierre de centrales. Esto va a generar mucha polémica porque la mayoría política, estoy seguro, va a apostar por la energía nuclear. La energía nuclear es la respuesta sencilla. Yo, sin embargo, creo que hay que hacer crecer las energías alternativas. Y eso, cuando lo haces por convicción, trasciende, con independencia de lo que digan los medios. Los ciudadanos desconfían con razón de la energía nuclear porque no está resuelta la seguridad ni está resuelto el problema de los residuos. Además, una cultura que contempla un límite a la energía nuclear es una cultura que pone freno también a los proyectos militares. No sólo tenemos Irán como problema. Hay otros países que van a caer en esa tentación. Siempre se empieza con fines civiles y de ahí se pasa a los militares.

Al hablar, inclina el cuerpo hacia mí e invade con frecuencia mi burbuja. Cuando algo de lo que dice le entusiasma, me golpea la rodilla, para subrayarlo. En las pausas, echa el cuerpo hacia atrás, hasta alcanzar el límite del respaldo y desde allí me observa como el pintor observa una pincelada de su cuadro. Más que hablar al interlocutor, lo utiliza como un lienzo sobre el que dibuja apasionadamente sus ideas. Da la impresión de que puede ver el efecto que han producido dentro de su cabeza. Después de valorar ese efecto, adelanta otra vez los brazos y el cuerpo hacia el oyente, rompe de nuevo su burbuja, le mira francamente a los ojos y vuelve a la carga poniendo más convicción o más matices o más datos, todo ello en función de unos cálculos que ha llevado a cabo mientras te observaba. No se advierte en él ninguna afectación, ninguna reserva, ninguna distancia. A los diez minutos te olvidas de que estás hablando con el presidente del Gobierno.

–Yo –está diciendo ahora– procuro cumplir cada día mi compromiso con los ciudadanos porque eso es lo único que me preocupa. De hecho, el grado de cumplimiento de nuestro programa, cuando termine la legislatura, va a ser espectacular. Ya lo es a dos años vista. Quizá el grado de reconocimiento de los medios no esté a la altura del grado de cumplimiento, pero a mí me parece bien que sea así, porque no estamos aquí para que los medios nos halaguen, sino para cumplir el mandato de los ciudadanos. A veces, en el Consejo, algún ministro se queja de que los telediarios de TVE no nos tratan bien. Y yo les digo que hemos ganado las elecciones para esto, para que los telediarios de la televisión pública sean, al fin, independientes. Si quieres que te traten mejor, hazlo mejor. A mí las satisfacciones más grandes no me las producen los aplausos, sino el hecho de ver a los demás felices. Un hombre en el poder no es un hombre en su destino. Lo que importa es el destino del país al que sirve. En eso consiste la visión republicana de la vida. La norma es muy sencilla: austeridad con uno mismo y generosidad con los demás.

Al observar que está El Mundo entre los periódicos que acaba de hojear, le pregunto si no le ha molestado la caricatura citada más arriba, en la que se le tacha de rata de albañal.

–En absoluto. Estas cosas no me llegan –asegura sonriendo–. Y cuanto más alejadas están de la realidad, menos me llegan.

–¿Qué le llega entonces? ¿Qué le emociona?

–Me emocionan, por ejemplo, los subsaharianos. El problema de la inmigración ocupa mucho mi pensamiento porque vivo respecto a él en una contradicción absoluta. Sé que no podemos dejarles pasar, pero mi deseo sería ofrecerles trabajo a todos. Y tenemos que encontrar fórmulas para resolver eso. También me preocupa mucho la generación de los llamados mileuristas. Por eso, al debate sobre el estado de la nación llevé una serie de medidas dirigidas a estas personas. Un país tan rico como España ha de tener a esta generación, que representa el arranque del siglo XXI, absolutamente comprometida con el proyecto político del futuro. Dentro de quince años serán ellos lo que tengan que cambiar el país, y no será posible si no les hemos hecho sentir afecto por lo público. Hoy tienen poco afecto porque, perteneciendo a una generación mejor formada que la mía, encuentran dificultades para salir a la vida. Y el problema no es que tengan que esperar cinco o seis años para acceder a un piso, que lo es y estamos trabajando en ello, el problema es que nosotros no nos podemos permitir el lujo de que las ideas con las que esa generación va a cambiar el mundo lleguen a la sociedad con cinco o seis años de retraso. Me gustaría que esa generación estuviese tan politizada como lo estuve yo. Yo sentía tanta pasión por la política como por mi mujer. Creía tanto en ella como en mi mujer. Yo sentí que la democracia del 78 estaba hecha para mi generación, para mí, que voy a pasar, al contrario de mi padre, el 80% de mi vida en democracia. Yo soy la primera generación que ha disfrutado de España. Tenía 16 años cuando las primeras elecciones. Iba con mi hermano por León repartiendo propaganda de izquierdas porque teníamos la impresión de habernos ligado a la chica más guapa del mundo, que era la democracia. Y esa creencia nos salvó. Por eso considero tan importante que esta otra generación sienta también afecto por lo público, que crea en la política, en la democracia.

–¿Y lo está consiguiendo?

–Claro que sí. De hecho, en las próximas elecciones el voto joven va a ser decisivo.

–Por cierto que, hablando de su hermano, con el que repartía propaganda, creo que tanto él como su padre estaban más a la izquierda que usted.

–Mi hermano era del PC, y muy activo, y mi padre había colaborado con el PC en la clandestinidad. Recuerdo que en mi casa había una multicopista de esas. ¿Cómo se llamaban?

–¿Vietnamitas?

–Eso es, una vietnamita. Pero mi padre ya votó al PSOE en el 77. Marx es un extraordinario pensador y un excelente analista del capitalismo. Pero le falta reflexión sobre la democracia. El monopolio económico produce efectos negativos. El origen de la izquierda se encuentra en los valores de la Revolución Francesa, que es una revolución ciudadana porque se enfrenta a quienes en esos momentos monopolizan el poder: la nobleza y el campesinado. De ahí salen todos los valores de la izquierda. Lo malo es que habitualmente se piensa más en términos de poder que de democracia. Quienes piensan que al poder se puede llegar de cualquier manera (a través de la lucha armada, por ejemplo) también piensan que se puede ejercer de cualquier manera. Y eso no puede ser. El Muro de Berlín fue un argumento excelente para la derecha. Era tan bueno que Berlusconi todavía lo utilizó en las últimas elecciones. Ahora la derecha no tiene fantasmas con los que azuzarnos para ejercitar el poder. Por eso utiliza a Bin Laden. Pero nadie se cree que Bin Laden pueda debilitarnos tanto. No tiene el poder que había al otro lado del Muro. Lo que da fuerza a un proyecto democrático es la transparencia, la deliberación democrática, el debate. El poder tiene que tener todos los controles del mundo. Cuantos más controles tenga, mejor. Por eso puse tanto empeño en dar libertad a los medios públicos Ahora bien, yo creo que los medios deberían aportar más ideas de cambio. Aportan poco en esa dirección. Y se equivocan, porque un medio de comunicación puede dar muchas satisfacciones a los suyos, pero carecer de influencia social.

–Acaba de hacer frente al debate sobre el estado de la nación. Dentro de unos días se votará el Estatuto catalán. Además, ha asegurado que de un momento a otro anunciará en el Parlamento el inicio de los contacto con ETA. ¿No hay una concentración excesiva de asuntos capitales en muy poco tiempo?

–La política es el control de los tiempos. La política es tiempo, mucho más en una sociedad cuyo volumen de información al día es impresionante. Hay que pensar no sólo cómo dices las cosas, sino cuándo las dices. Siempre hay un margen aleatorio de error, siempre se corre algún riesgo, pero estamos aquí también para correr riesgos. Antes de ganar las elecciones, comenté con algunas personas que me iba a tocar la tarea de poner fin a ETA, no porque yo tuviera cualidades especiales o porque dispusiera de unos recursos que no hubiera descubierto nadie, sino porque era el tiempo de acabar con ETA. No gané el congreso de mi partido por ser José Luis Rodríguez Zapatero, sino porque había llegado el momento de los Zapateros. Pues bien, ahora ha llegado el momento de desatar este nudo. Si a esa certeza le pones unas gotas de sentido común y de intuición (y esto se da por descontado en una persona muy bregada políticamente como yo), lo normal es que las cosas salgan bien.

Cuando le recuerdo una idea muy extendida en determinados ambientes según la cual es más beneficioso (incluso electoralmente) mantener a ETA como una enfermedad crónica que intentar eliminarla, me dice que ese tipo de análisis pertenecen a aquellos que aman el poder por encima de la política y cuyo deseo es perpetuarse en el poder.

–Mi experiencia de estos dos años en el Gobierno –añade– es que el poder es un buscador incansable de excusas para demorar la solución de las tareas difíciles. Yo no estoy dispuesto a caer en ese vicio. Por eso tomo decisiones cuando creo que es el momento de tomarlas. Evalúo los riesgos y mido las consecuencias, desde luego, pero en esta evaluación jamás intervienen cálculos electoralistas. No te puedes imaginar hasta qué punto esos cálculos pueden retrasar las decisiones importantes. En el problema de ETA, si no hubiera elecciones dentro de dos años, estaríamos todos de acuerdo. Fíjate, por ejemplo, en el asunto de las pensiones. Yo llevo 20 años oyendo que no se pueden subir las pensiones porque el sistema no aguanta. Pues las hemos subido y no sólo aguanta, sino que mejora. Si se hubieran cumplido las profecías de los agoreros, el sistema de pensiones habría saltado a mediados de los noventa.

–¿Qué más ha aprendido durante estos dos años?

–He aprendido a estimar aún más a la ciudadanía común, en la que hay un verdadero afán de cambio, y a ignorar a los que justifican tanto. Y veo con ironía ese aire de superioridad que transmiten algunos como Rajoy: “Usted no sabe nada, usted es un insolvente, usted no tiene proyecto, ni equipo ni ideas…”. Me divierte. Mira, yo no estaba de acuerdo con Aznar, pero Aznar tenía un proyecto político. Rajoy es como el recuelo del café. Es un hombre de hace 30 años, incluso del siglo XIX. ¿No te lo imaginas perfectamente en el casino, pasando la tarde?

Cuando llegamos a Lleida, un colaborador se acerca a él y le dice que tiene que bajarse el último del tren.

–Siempre me tengo que bajar el último o el primero, pero aún no he averiguado de qué depende –me confía con expresión divertida.

A pie de vagón le están esperando Montilla, Maragall y las autoridades locales. Tras los saludos de rigor, la comitiva se dirige a una sala de la estación habilitada para un pequeño ágape. Antes de llegar a la sala, aún en pleno andén, Zapatero ve entre el público a un grupo de limpiadoras a las que se acerca, rompiendo el circuito establecido. Son ocho o diez chicas a las que besa y con las que bromea unos instantes antes de preguntar cuántas de ellas son catalanas. Sólo hay dos. El resto son inmigrantes. Zapatero registra el dato y continúa el recorrido.

Dedicó gran parte del mitin a los jóvenes, a los mileuristas de los que me había hablado en el tren. Dijo que ellos gobernarían mejor que él porque entenderían su tiempo mejor que él. En contra de la tentación, tan extendida, de vaticinar que con uno se acaba el mundo, Zapatero asegura siempre que lo mejor está por llegar.

Ese día regresamos a Madrid en avión, desde Zaragoza. Después de que nos sirvieron las almendras y la cerveza cuarteleras, le dije si pensaba a veces en el día que dejara de gobernar y si no le daba miedo salir mal de La Moncloa, lo que parece que es, hasta ahora, el destino de todos los que han pasado por ella.

–Lo peor –bromeó– no es cómo salen, sino en lo que se convierten después.

Enseguida, cambiando de gesto, como diciendo ahora en serio, añadió:

–Soy psicológicamente muy distinto a Aznar o a Felipe González. Me veo, una vez que termine esta etapa, tranquilo, trabajando para el Consejo de Estado, ayudando en lo que pueda y, sobre todo, dando algunas clases a los alumnos de Políticas, para decirles la verdad sobre este mundo. No me veo opinando ni intentando dar clases a mi sucesor de cómo se es presidente. Los ex presidentes creen que hay que enseñar a ser presidente, lo cual en democracia es absurdo. Hay que aprender a ser presidente, pero no se enseña a serlo. Además, lo que se aprende sin estudiar no se olvida.

Cuando estamos llegando a Madrid, me pregunta si es muy difícil escribir un reportaje. Le miro con desconfianza, dando por supuesto que se trata de una pregunta retórica, pero él pone un gesto de estar a la escucha que me conmueve, de modo que empiezo a mostrarle mi cocina. Cuando llevo un rato hablando, me doy cuenta de lo absurdo de la situación, pero él continúa prestándome una atención desmesurada. Así que le explico cómo reúno los materiales, cómo los articulo, cómo intento ponerlos al servicio del sentido… Todo ello con una sensación insoportable de cazador cazado.

Zapatero ganó el debate sobre el estado de la nación celebrado los días 30 y 31 de mayo. Según la encuestas del CIS, a la pregunta de quién cree usted que ganó el debate, el 50,2% de los encuestados respondió que Zapatero, frente al 14,3%, que atribuyó la victoria a Rajoy. Una goleada que los medios no reflejaron al día siguiente ni de lejos. El 18 de junio, el pueblo catalán dio al Estatuto un sí abrumadoramente mayoritario con una participación escasa, aunque superior a las de otras consultas de este tipo. Y el 29 de junio, por fin, Zapatero anunció en el Congreso el comienzo de las conversaciones con ETA. No le cabía en la cabeza, me había dicho, que hubiera una fuerza política que no quisiera participar en este esfuerzo por acabar con la violencia. No podía entenderlo y siempre tuvo la esperanza de recuperar a Rajoy. Por ello demoró el anuncio, aunque lo llevó a cabo dentro del mes de junio, como había prometido el día de nuestro primer encuentro, en el mitin de Barakaldo. Para no subrayar la soledad de Rajoy en aquel momento histórico, hizo el anuncio en una comparecencia ante la prensa, en vez de en el hemiciclo, y ordenó a su gente que no hiciera una sola crítica al jefe de la oposición ni al PP. Era jueves, día de pleno parlamentario.

–Qué va usted a hacer ahora? –le pregunté al acabar la conferencia de prensa.

–Irme al pleno a trabajar, es un día cualquiera.

Se fue al pleno, se sentó en su sitio y logró de este modo impregnar de cotidianidad un hecho histórico. En apenas cinco semanas había resuelto tres asuntos que podía haber sacado adelante en dos legislaturas sin que nadie se lo reprochara.

José Luis Rodríguez Zapatero se encuentra en medio de la legislatura y en la mitad de su vida. Le apasiona su trabajo, tiene una vida familiar apacible y un optimismo sin límites sobre las posibilidades del país en el que le ha tocado vivir. En los aviones y en los trenes en los que viaja se sigue respirando el mismo ambiente informal que hace dos años, cuando llegó al poder. La gente del equipo está atenta a sus responsabilidades, pero jamás se la ve tensa.

–Soy –me diría para explicarme cómo logra crear esa atmósfera– el presidente de la democracia que menos distancia ha marcado con sus subordinados. Soy poco jerárquico, lo que a veces puede parecer anárquico. Nunca he echado a nadie una bronca, jamás. Cuando algo no me gusta, me callo. Esa es la máxima reacción de disgusto que me permito. Es fundamental que la gente se encuentre bien, que sienta que reconoces su trabajo y sabes lo que hace. Me cuentan las cosas tres y cuatro veces, porque yo recibo información por vías muy distintas. Jamás le he dicho a un colaborador que ya sé lo que me quiere contar.

Cuando hace dos años ganó las elecciones, decíamos de él que era un enigma. Hoy, en muchos ambientes (también fuera de España), es un mito. Entre el enigma y el mito, oculto o protegido por ambos, cabalga un hombre de izquierdas, excepcionalmente dotado para la política (que no para el poder) y empeñado en cumplir el punto más importante de su programa electoral: no decepcionar a los votantes. A la hora de cerrar estás líneas, y según la última encuesta del instituto Opina, Zapatero sacaba 20 puntos de ventaja a Rajoy en valoración ciudadana. Y una parte significativa de los votantes del PP aseguraba preferir que ganara el PSOE. Pero Rajoy continuaba predicando el fin del mundo con una pasión que evidenciaba su deseo de que sucediera, pues sólo en un escenario apocalíptico podía germinar su mensaje. Continuará…

El viaje de Zapatero

Cuando ganó las elecciones hace dos años era un enigma. Hoy es una realidad. Se encuentra en el ecuador de su legislatura y ante el reto histórico de poner fin a ETA. Su lema: no decepcionar al ciudadano. El escritor fue su sombra durante tres días clave. Así ve al presidente del Gobierno. Por Juan José Millas.

Aquel día nos despertamos con la revelación de que los intereses de Zapatero coincidían punto por punto con los de ETA. Así apareció en los periódicos, que citaban fuentes del PP cuyos líderes confirmaron y amplificaron la noticia a través de las emisoras de radio, mientras desayunábamos. La revelación funcionó a la manera de un Apocalipsis de bolsillo que alivió la contrariedad de que el mundo, pese a ser el 6-06-06, no se hubiera acabado. El fin del mundo tiene un extraordinario tirón electoral que había venido explotando en régimen de monopolio el PP. Lo normal, pues, es que ofreciera algo a cambio. Y ahí estaba: Zapatero y ETA eran siameses.

Todos pensamos que el Gobierno, tras este descubrimiento escandaloso, se iría al carajo. Inconcebiblemente, no ocurrió nada, en parte porque el fin del mundo no es lo que era y en parte porque España no existía. Así lo había asegurado también Rajoy unos días antes sin que nadie le prestara atención. “Este hombre”, dijo refiriéndose a Zapatero, “ha borrado a España del mapa”. Y no la había borrado de cualquier manera, sino con la minuciosidad de un psicópata, desmembrándola región a región y escondiendo sus extremidades en la nevera, para devorarlas poco a poco.

No era todo: un columnista, apenas unos días antes de la fecha del fin del mundo, había escrito que la capacidad de Zapatero para el Mal (así, con mayúscula) carecía de límites; otro, que era un tontiloco al que atribuía sin embargo poderes especiales para acabar él solo con el Estado de derecho. Uno más lo comparó con Harry Potter, asegurando que vivía, junto a su mujer e hijas, rodeado de búhos. Alguien nos advirtió de que sus formas suaves ocultaban a un lobo sediento de sangre. Un profesor, no recordamos ahora mismo de qué materia, lo describiría como “un hombre resentido, simulador, visceral, con obsesiones políticamente inconfesables”. Rajoy, solo o en compañía de otros, había dicho de él una y otra vez que era un inconsistente, un tonto, un inútil, un bobo, un incapaz, un acomplejado, un cobarde, un prepotente, un mentiroso, un inestable, un desleal, un perezoso, un pardillo, un irresponsable, un revanchista, un débil, un arcángel, un sectario, un radical, un chisgarabís, un maniobrero, un indecente, un loco, un hooligan, un propagandista, un visionario, un chapucero, un excéntrico, un disimulador, un estafador, un agitador, un fracasado, un triturador constitucional, un malabarista, un mendigo de treguas, un traidor a los muertos… Había asegurado que no tenía programa, que no tenía equipo, que no tenía proyecto, que no tenía ideas, que no tenía agallas (el buen gusto le impedía añadir que no tenía pilila). Pese a tantas y tan graves carencias, se le atribuían empeños heroicos, como el de pretender ganar la Guerra Civil con setenta años de retraso.

El domingo anterior a este martes negro, una caricatura del diario El Mundo mostraba a Zapatero regando una planta (la de la paz) con las aguas fecales procedentes de una manguera que salía de una alcantarilla. La manguera estaba dibujada de tal forma que parecía al mismo tiempo la cola de una rata estratégicamente colocada en el cuerpo del presidente del Gobierno. Se sugería así que reinaba en las cloacas, como uno de los más célebres enemigos de Batman y de Robin. “Este presidente”, escribía un catedrático en Abc, “adolece de una inanidad intelectual indisimulable, casi espectacular”. Álex Vidal-Quadras, en La Razón, le atribuía el empeño de “resucitar el clima cainita de la II República”. Santos Juliá escribía en EL PAÍS: “Hay que mirar muy atrás para encontrar un presidente de pensamiento tan débil, pero tan rebosante de lo que, a falta de mejor definición, acostumbramos a llamar instinto de poder”. José García Abad atribuía a Felipe González la siguiente frase, referida a Zapatero: “Éste sigue con su idea… Que no pasa nada… Que no pasa nada… Y se nos cae el invento. Está loco…”.

Si tuviéramos que hacer una relación de los calificativos (con frecuencia contradictorios) aplicados a José Luis Rodríguez Zapatero desde diferentes sectores y a lo largo de estos dos años de Gobierno, necesitaríamos un volumen de la Espasa. Y ello sin contabilizar los lanzados desde las manifestaciones de la derecha que salió a la calle en varias ocasiones, unas a favor del matrimonio (cuya destrucción, junto a España y el Estado de derecho, era uno de los objetivos de Zapatero); otras, a favor de Dios (que, increíblemente, estaba perdiendo la batalla también frente a este individuo de formas educadas), y, otras, en contra de su política antiterrorista, pues llevábamos ya tres años sin muertos, dos de los cuales se podían imputar, evidentemente, a su gestión. Asimismo, durante este periodo se había derogado una norma no escrita, dictada por Aznar y aceptada por las fuerzas políticas y la ciudadanía, según la cual el responsable de un crimen era el criminal. Ahora, si alguien lanzaba un cóctel molotov contra un cajero automático, el responsable era, indefectiblemente, Zapatero. En cuanto a los comunicados de la banda, gozaban también, al contrario de lo que ocurría en otras épocas, de más credibilidad que los del Gobierno. Si el 11-M se calificaba de miserables a quienes creían a Otegi en vez de al ministro del Interior, ahora los miserables eran quienes creían al ministro del Interior en vez de a Otegi. Lo que decían ETA o Batasuna iba a misa. Y, hablando de misas, hasta los obispos, que no se habían manifestado jamás, nunca, por nada, pese a las imperfecciones del mundo, abandonaron ostentóreamente (cortesía de Gil y Gil) sus palacios y tomaron las calles con sus gafas de sol para rasgarse las vestiduras frente a las cámaras de la tele.

Entre unos y otros, habían convertido a Zapatero en un superhéroe inverso, en un canalla, si ustedes quieren, pero un canalla con cualidades sobrenaturales contra el que no habían aparecido un Batman, un Supermán, ni siquiera un Hombre Araña capaz de hacerle frente. Las fuerzas del bien, representadas por Rajoy, Acebes y Zaplana (tres flojos), sólo podían rezar el rosario y encargar novenas frente a una población que parecía anestesiada. Tanto era así que Zapatero ni siquiera necesitó defenderse de la evidencia de haberse puesto al servicio de ETA. Más aún, ordenó a su gente que no respondiera a aquella imputación que, de ser cierta, constituiría un delito de colaboración con banda armada.

Cuando la tarde del 6-06-06 Rajoy anunció en el Congreso que daba por rotas las relaciones con el Gobierno de España, España, España, el presidente del Gobierno subió a la tribuna de oradores y le respondió con educación, con cortesía, con amabilidad, invitándole una y otra vez a sumarse al resto de la Cámara para terminar con la violencia. Por no responder, Zapatero no respondió ni a Esperanza Aguirre, que ese mismo día le echó en cara que aún no hubiera pedido perdón por los “Gulag” de Stalin. Zapatero le podía haber contestado que Manuel Fraga, felizmente reinsertado sin haber pedido perdón por sus crímenes, fue uno de los colaboradores más activos de la banda armada de Franco antes de presidir el PP. En lugar de eso, calló y ordenó a los suyos tender puentes con el adversario. Al día siguiente, un José Blanco lívido, si se me permite la redundancia, pedía públicamente disculpas al PP si se le había ofendido en algo.

Un hombre del que se afirmaba simultáneamente que era listo y tonto, grande y pequeño, alto y bajo, ingenuo y malicioso, bondadoso y perverso, vanidoso y humilde, calculador y visceral, etcétera, era, literariamente hablando, un mito. Y con la actitud sobrecogida del que espera a un mito le aguardaba yo la mañana del domingo 21 de mayo en el helipuerto del palacio de la Moncloa, para acompañarle a Barakaldo, donde daría un mitin. Aunque habían anunciado que las temperaturas a mediodía serían altas, ahora hacía un fresco que combatíamos frotándonos las manos mientras íbamos de un lado a otro de la pista. En esto, apareció un coche con los cristales ahumados del que descendió un individuo normalmente constituido, con expresión de sueño. Al darle la mano, observé que se había dejado al afeitarse tres o cuatro pelillos de difícil acceso debajo de la nariz y que tenía un pequeño derrame en el ojo derecho. Costaba creer que se tratara de José Luis Rodríguez Zapatero, pues no se advertía en él ningún atributo sobrenatural. O sea, que mucho ruido y pocas nueces.

Aunque, para ruido, el que había dentro del helicóptero de las Fuerzas Armadas que nos trasladó a Torrejón, donde tomaríamos una aeronave. El viaje desde Moncloa a la base aérea apenas dura 10 minutos, pero resultan inolvidables por el estruendo de las aspas y también por el olor a gasolina, que coloca mucho, una cosa por otra. Le pregunté a Zapatero si el helicóptero de Bush sería tan agresivo y me dijo que no estaba seguro, pero que creía que no. Luego fingimos mantener una conversación, pues aunque ni yo le oía a él ni él a mí, sonreíamos mucho y asentíamos sin parar como cuando hablas con alguien cuyo idioma no entiendes y no te atreves a decírselo. De vez en cuando, mirábamos por la ventanilla. Madrid tenía el aire característico de un domingo por la mañana, sin tráfico, sin humo, sin nervios: un mundo de café con leche y periódicos desplegados sobre las mesas de las primeras terrazas veraniegas. Le pregunté qué iba a decir en Barakaldo, donde los socialistas celebraban el Día de la Rosa, y me dijo que iba a dar un par de titulares.

–Ya he aprendido a dar titulares –añadió con ironía–. Al principio creía que bastaba con dar ideas. Pero me decían que no, que había que dar titulares.

De modo que él se dedicó a lo suyo y yo a lo mío. Pero tuvo más éxito él en lo suyo que yo en lo mío, pues triunfó en el mitin, donde la gente se mató a aplaudirle, y logró ser cabecera de todos los telediarios. Yo, en cambio, no di con ningún signo que delatara su alianza con los poderes infernales. Y después de triunfar, en vez de quedarse a comer con los amigotes, volvió a casa, para pasar el resto del domingo en familia. Todo muy decepcionante, incluido el discurso con el que arrebató los aplausos, en el que no insultó a nadie ni se cagó en nada ni ridiculizó a sus adversarios. Recordó con emoción a los muertos, dijo que los valientes son los que usan la palabra, pues sólo el miedo recurre a la fuerza, y tras lanzar un mensaje de esperanza a los asistentes, asegurándoles que lo iban a conseguir, que iban a ver el final de la violencia, anunció que a lo largo del mes de junio acudiría al Congreso para anunciar el principio de los contactos con ETA. Todo en un tono muy civilizado, muy reflexivo, asegurando que la fórmula para obtener resultados era una combinación de paciencia democrática más valentía.

Ya en el avión, durante el viaje de vuelta, decidí meter el dedo en una zona de su biografía sobre la que sabemos poco. Rodríguez Zapatero fue diputado por León durante 20 años. Eso quiere decir que pasaba prácticamente la mitad de la semana en Madrid, completamente solo, alejado de su familia y sin nadie que le controlara. Era como vivir una vida dentro de otra. Sabemos a lo que se dedicaba en la vida de afuera. ¿Pero en la de dentro? ¿Adónde iba por las tardes, al salir del Congreso? ¿Qué hacía al llegar al apartamento o al hotel? ¿Qué libros había en su mesilla? ¿Qué pensaba cuando se despertaba en medio de la noche y durante una fracción de segundo no sabía si estaba aquí o allí? ¿Cómo imaginaba que sería el resto de su vida? ¿Cómo, el resto de la nuestra? La historia de la literatura está llena de individuos que en situaciones semejantes se aficionan al satanismo, al bricolaje, a los burdeles o a la investigación sobre el movimiento continuo. Convencido aún de encontrarme frente a un mito, me dio por imaginar que durante aquellos años le había ocurrido algo esencial que explicaría, de un lado, la existencia de sus superpoderes, y, de otro, el hecho de que los dedicara a la propagación del mal.

Pero me quitó la idea de la cabeza enseguida. Dijo que no le había ocurrido nada esencial durante aquellos años. Había llegado a Madrid, desde León, con lo esencial puesto. Añadió que paraba siempre en hoteles, porque la idea del apartamento le desagradaba, y que su dedicación al Parlamento era tal que no le quedaba tiempo para otra cosa. No era un diputado conocido, pero sí reconocido, pues echaba muchas horas en el despacho y trabajaba bien, según los cronistas parlamentarios de la época. Cuando salía, era, por lo general, de noche, y o bien se iba a cenar con los compañeros o bien se metía en un cine de la Gran Vía. Al salir del cine, entraba en el VIPS, tomaba algo y compraba la prensa del día siguiente, con la que se iba al hotel como un niño con zapatos nuevos. Recuerda, el de leer la prensa del día siguiente antes de acostarse, como uno de los grandes placeres de la época.

Intenté extraer alguna conclusión sobre esta afición a sacar unas horas de ventaja a sus contemporáneos, pero tampoco me ayudó. En vez de alimentar el mito, como Dios manda, se empeñaba en destruirlo, comportándose como un sujeto normal. Así las cosas, la conversación comenzó a languidecer. Me pareció, sin embargo, que miraba por la ventanilla del avión con expresión nostálgica, como si se acordara de algo perdido o muerto. Se trataba de una expresión que ya le había visto en el coche oficial. Estuvo de acuerdo conmigo en que echaba de menos aquellos días en los que podía caminar solo por la calle, un placer del que no había vuelto a disfrutar desde que ganara el congreso de su partido. Tal vez, cuando se asomaba al mundo por la ventanilla, contemplaba una versión de sí en la que continuaba siendo un desconocido que compraba la prensa del día siguiente en VIPS. Tal vez se veía saliendo del cine, caminando, Gran Vía abajo, hacia uno de los hoteles –el Prado, el Suecia, el Carlton, el Inglés– que entonces frecuentaba. Tal vez se imaginaba entrando en la habitación, quitándose la chaqueta y la corbata. Podemos verlo sentado en el borde de la cama, telefoneando a su mujer, para ver cómo estaba todo por León. Dice que sí, que llamaba mucho a su mujer, varias veces al día. Por lo demás, no le molestaba estar solo. Siempre ha apreciado un cierto grado de soledad.

El avión de las Fuerzas Armadas en el que viajábamos tenía, pese a sus comodidades, un aire un poco cuartelero. Las almendras y la cerveza que nos sirvieron sabían a cantina. No se puede ganar una cosa (ni las elecciones) sin perder otra. Se lo comenté a Zapatero y me dijo que la vida era así, una curiosa mezcla entre la nostalgia y la esperanza.

–Cuando nació mi hija mayor, por ejemplo, yo estaba asistiendo al declive de mi partido. Una cosa muere y nace otra. Un primo carnal mío, al que mi padre quería mucho, murió a los nueve años, cuando yo estaba a punto de nacer. Y mi madre falleció cuando tomaba las riendas del partido. La muerte y la vida van juntas. Siempre es así. Sentí mucho lo de mi madre porque nadie, como ella, habría disfrutado tanto de esta época. Yo era su ojito derecho –añadió riéndose con un punto de malicia.

Nos despedimos en Moncloa, después de otra sobredosis de gasolina y ruido, y yo me fui a casa completamente decepcionado. No había conseguido ver al diablo ni al arcángel ni al brujo ni al psicópata que, de acuerdo con mi documentación, habitaban sucesiva o simultáneamente en el cuerpo de ese hombre. Pero sí había dado titulares, pues también los periódicos del día siguiente abrieron con sus palabras en el mitin de Barakaldo.

José Luis Rodríguez Zapatero lleva dos años gobernando, pero parece que lleva quince debido a la velocidad diabólica (nunca mejor dicho) que ha impreso a su legislatura. Trabaja con la tenacidad de un aficionado al bricolaje y llega con el destornillador a todas partes. A la rapidez con la que cumplió la promesa de traer las tropas de Irak, se sumó la creación de un Consejo de Ministros paritario desde el que ha sacado adelante la ley contra la violencia de género, la de igualdad, la de matrimonios homosexuales, la de dependencia, la del tabaco, la de reproducción asistida… Éstas son algunas de las más conocidas, porque afectan a la vida cotidiana de grandes colectivos y han acaparado la atención de los medios. Pero también en lo aparentemente pequeño se percibe la actividad del destornillador. Así, durante este tiempo se ha suprimido la tartamudez como causa de exclusión en el acceso al empleo público; se ha incrementado en un 30% la inserción laboral de personas con discapacidad; se ha aprobado la ley que reconoce la lengua de signos (una antiquísima reivindicación del colectivo de sordos) y la de asistencia gratuita jurídica a personas con discapacidad. Ha mejorado la ley del divorcio (ya no es necesario que haya un culpable)… De entre sus perversas pasiones, la de la igualdad es la que más le obsesiona y a la que más tiempo dedica.

Lo curioso, con todo, no es que Zapatero dé la impresión de gobernar desde hace quince años, sino que Rajoy parece que lleva treinta años en la oposición. Y al día siguiente de haber perdido el último debate sobre el estado de la nación parecía que llevaba treinta y uno. Ni los propios socialistas comprendían muy bien qué le había ocurrido al que pasa por ser el mejor orador de la Cámara. La justificación más extendida era que Rajoy había perdido por negarse a hablar de terrorismo. Pero esa justificación resultaba terrible, pues confirmaba la idea, muy extendida, de que si al PP le quitas ETA se queda sin discurso.

El 31 de mayo, segunda jornada del debate sobre el estado de la nación, conseguí un pase especial para moverme a mis anchas por el Congreso. A las nueve en punto me encontraba en la tribuna de invitados. Miré hacia abajo y no vi a nadie, excepto a Zapatero y a María Teresa Fernández de la Vega, recién duchados y planchados los dos. Enseguida apareció Marín y tres o cuatro parlamentarios más. Poco a poco, la marea subió y a eso de las once había media entrada.

El segundo día del debate carece del morbo del primero, pero es excelente para apreciar el estado de ánimo de los grupos. La Cámara tiene la forma de un vaso en cuyo borde superior se encuentra la tribuna de invitados. Lo que se veía al mirar hacia abajo desde ese borde eran los restos del naufragio del grupo parlamentario popular. Los escasos asistentes de esa formación flotaban a la deriva entre un desolado mar de sillas. Recordé un verso de Virgilio, en La Eneida: “Aparent rari in gurgite vasto” (aparecen pocos náufragos en el vasto mar). Al mediodía entró en escena Rajoy, braceando penosamente hacia su escaño, que se había convertido en un resto de la embarcación con el que mantenerse a flote. Mientras el orador de turno hablaba, algunos de los que habían naufragado con él se acercaban nadando al pecio del dirigente popular e intercambiaban algunas palabras antes de regresar a su pedazo de madera.

Leyendo los periódicos, te dabas cuenta de que lo único que había hecho Zapatero para ganar el debate había sido poner enfrente de Rajoy un espejo. A cada crítica del dirigente popular, Zapatero le había respondido recordándole lo que hizo el PP, cuando gobernaba, en esa materia. Finalmente, le dio la puntilla con una frase capicúa muy apropiada para las vísperas de un Apocalipsis fallido: “Es usted, señor Rajoy, un profeta del desastre, pero un desastre como profeta”. Punto y aparte.

Tras echar una cabezada en mi silla de la tribuna de invitados (un periodista de La Vanguardia me pilló y lo publicó en su crónica), poco antes de la hora de la comida me acerqué a la zona del Gobierno, colándome en el despacho del presidente sin pedir permiso, a ver qué pasaba. No pasó nada. Lo encontré tomándose unas almendras con coca-cola en vez de sorprenderlo esnifando una raya de coca. Cogí una almendra del platillo, para analizarla más tarde, y le pregunté sagazmente cómo se encontraba (no lo puedo remediar, soy un tipo incisivo). Me dijo que el debate sobre el estado de la nación era un poco agotador, como jugar dos partidos de fútbol seguidos, pero se sentía en forma. Le pregunté entonces cómo se explicaba el costalazo de Rajoy y me dijo que un debate de esas características no se pierde o se gana porque tengas una buena o una mala tarde, sino porque hayas entrenado durante todo el año.

–Y Rajoy –añadió– ha venido sin entrenar. Se pasó el primer año de oposición hablando del 11-M y llegó al segundo sin respiración, y muy averiado respecto al Estatuto catalán. Su problema, ahora se ha visto, es que sólo tenía una oportunidad y se la ha jugado a la desesperada. En política las cosas no pasan porque sí. La política tiene una lógica aplastante. Se ha caído porque se tenía que caer.

En ese momento le llevaron la comida, y, aunque no me pidió que me marchara, lo hice por iniciativa propia, para aflojar un poco la presión y que se confiara. Tarde o temprano lo descubriría metiéndose un pico de heroína o hablando con Luzbel. Pasaban de las dos de la tarde y a las cuatro comenzaba de nuevo el debate. Pero no me fui lejos. Salí al pasillo y estuve merodeando por los alrededores del despacho, a la espera de alguna señal. Todo el mundo, excepto las secretarias del presidente, que pidieron unos bocadillos, se había ido a comer. No había moros en la costa, con perdón. En esto, escuché la voz de Zapatero, a través de la puerta del despacho que daba al pasillo. Hablaba por teléfono con alguien. Pegué el oído, convencido de que le iba a sorprender pactando con Josu Ternera el modo en que el Gobierno entregaría las armas a ETA, pero estaba resolviendo un asunto doméstico, algo relacionado con sus hijas. Me sorprendió que un tipo empeñado en acabar con la familia tuviera aquellas preocupaciones, pero lo cierto es que ya empezaba a dudar de todo.

Por la tarde, cuando terminó el debate sobre el estado de la nación, lo acompañé a Moncloa. Esa noche daba una entrevista en directo para un programa muy conocido de la televisión catalana. Su equipo estaba preocupado, pues podía ser el remate a dos días demasiado intensos. Pero no pasó nada. Zapatero llegó, se dio una ducha, se fotografió con las maquilladoras, habló por el móvil (es un vicioso del móvil), dio la entrevista, y aquí paz y después gloria.

Tras despedirlo a la puerta de su casa, un coche me llevó a la mía. En la radio había una tertulia de periodistas. Escuchándolos, daba la impresión de que quien había ganado el debate había sido Rajoy. Como tengo complejo de inferioridad, estuve a punto de dudar de mis sentidos. Al llegar a casa, en vez de acostarme, entré en Internet y revisé atentamente los titulares de la prensa de ese día y del anterior, advirtiendo de súbito la falta de apoyos mediáticos de Zapatero. Los periódicos de la derecha apoyaban sin excepción a Rajoy, intentando rebajar la magnitud de su descalabro, cuando no negándola, pero no había uno sólo que aplaudiera la actuación de Zapatero. Comparado con Aznar, que, además de manipular sin rubor los medios públicos, creó con el dinero de todos los españoles un gigantesco grupo mediático a su servicio, Zapatero se encontraba, desde el punto de vista mediático, desnudo. En parte, por voluntad propia, pues ni siquiera había intentado utilizar los medios públicos, como si no los quisiera o no diera importancia a su influencia. Esto puede chocar con una idea muy instalada según la cual hay una prensa que es mera correa de transmisión de sus iniciativas, pero basta repasar con cierta objetividad los titulares de estos dos años, así como los artículos de opinión, para comprobar lo que decimos. Hay, desde luego, unos medios que están más cerca de los planteamientos del PSOE que de los del PP, pero la figura de Zapatero no goza, ni de lejos, de los favores de los que gozó en su día Felipe González ni de los que disfrutó Aznar.

Pensé: Zapatero pertenece a una generación cuyos hermanos mayores forman parte de la del 68, caracterizada por ser una generación tapón. La generación del 68 siempre ha mirado con cierta displicencia a la del 80, cuyos componentes no se habían tenido que enfrentar al franquismo, no habían sufrido la clandestinidad, no habían leído los mismos libros (quizá ni siquiera habían leído). La gente del 80, desde el punto de vista de la gente del 68, eran unos flojos. No estaban politizados, no eran agresivos, pedían las cosas por favor y, en vez de asesinar a sus hermanos mayores, los habían observado siempre con admiración. Se me ocurrió que quizá la indiferencia, cuando no la hostilidad, con la que Zapatero era tratado en los mismos medios que tanto habían protegido a González se explicaba en términos generacionales, y llamé a José Andrés Torres Mora para comentárselo.

José Andrés Torres Mora es sociólogo y diputado del PSOE por Málaga. Pertenece a la generación de Zapatero y fue su jefe de gabinete desde que accedió a la secretaría general del PSOE hasta que ganó las elecciones. Su despacho, que se encontraba al lado del de Rodríguez Zapatero, estaba lleno de libros de teoría política. Si pasabas por allí, salías con tres o cuatro manuales de republicanismo debajo del brazo. Torres Mora habla como si hubiera alguien durmiendo, en un murmullo. Al principio ni le escuchas porque te parece mentira que de unas maneras tan sosegadas pueda salir algo medianamente agudo. Pero si prestas un poco de atención, resulta que pronuncia una o dos frases afiladas por minuto. Me confirmó, desde la sociología, que las dificultades de Zapatero con los medios se explicaban en clave generacional.

–La generación de Felipe González –añadió– tiene un gran relato sobre sí misma, un relato épico. Nosotros somos una generación sin relato. Más aún: nuestra generación no hace relato, no relata, no escribimos, no hay cosas nuestras. No estuvimos detenidos, no conocimos el mayo del 68, no contribuimos a construir una democracia que apreciábamos, pero en la que no había sitio para nosotros, pues cuando intentamos irnos de casa, no había un mercado laboral en el que refugiarnos. No podíamos ser ciudadanos porque no se puede ser ciudadano en casa. Se es ciudadano en la calle, en el trabajo, en el ágora, en el Parlamento. Sin embargo, y como dijo Zapatero en su día, nuestra lengua materna es la democracia. Por eso entendemos a la generación de Felipe mejor que ella a la nuestra. Nosotros, para salir adelante, nos hemos tenido que mover en ángulo ciego de la sociedad. Adelantamos a Bono en el congreso del PSOE por ese lado, lo mismo que a Aznar. Ni Bono ni Aznar se lo podían creer, porque ni nos habían visto llegar. Y no necesitamos a los medios como los necesitaron Felipe o Aznar porque nosotros conectamos con el ciudadano gracias a la fuerza que nos da creer en lo que decimos. Esa fuerza nos conecta con el mundo. En ese sentido, Zapatero inauguró una tendencia nueva cuando hizo, desde la oposición, su primer debate sobre el estado de la nación. En vez de dirigirse a los periodistas, se dirigió a los ciudadanos. El resultado fue que los periódicos dijeron al día siguiente que había perdido el debate. A los pocos días, la encuesta del CIS lo dio como ganador. ¿Por qué se equivocaron los medios? Porque estaban en manos de una generación que no le entendía. Nosotros creemos en las palabras que decimos; esto nuestro no es un experimento de laboratorio, sino una convicción. En ese sentido, la generación de Felipe fue una generación antipolítica, muy pragmática, pero antipolítica. Les estamos muy agradecidos porque modernizaron España y nos colocaron en Europa. Pusieron las bases para convertir a este país en lo que es. Pero eran antipolíticos en el sentido de que tendían a separar el pensamiento de la acción. Separar el pensamiento de la acción significa que unos piensan y que otros actúan, y los que piensan no hablan con los que actúan, no hay diálogo. Eso equivale a expulsar el pensamiento democrático con la coartada de que hay una verdad política preexistente al debate. Nosotros creemos que la realidad social es el punto de partida y que el acuerdo es el punto de llegada. Somos una generación de políticos porque estamos convencidos de que las decisiones mejoran cuanto mayor es la obligación pública de explicarlas. Creemos que hay que devolver el poder al demos, al pueblo, y eso los ciudadanos lo perciben sin necesidad de grandes estrategias de comunicación. Lo que hace fuerte a Zapatero es su apoyo social. Conecta con la gente, no con los medios. De otro lado, nosotros hemos sido con la generación de nuestros mayores más generosos que ella con nosotros. Tenemos en el Gobierno a María Teresa Fernández de la Vega, a Rubalcaba, a Solbes. Y tuvimos a Bono…

Mi siguiente cita con Zapatero era el domingo 4 de junio (estaba empeñado en hacerme trabajar los domingos). Le acompañaría a Lleida, donde participaría en un mitin a favor del sí en el referéndum sobre el Estatuto catalán. Zapatero estaba ilusionado con ese viaje porque iríamos en el AVE de Cascos, un tren de alta velocidad paradójico (va despacio).

–Cuando viajo de una ciudad a otra, siempre veo las cosas desde el helicóptero o desde el avión –me dijo–. El AVE me permitirá verlas al nivel de suelo.

Se equivocaba: nada más entrar en el vagón lo condujeron a un departamento con aspecto de caja fuerte en el que los asientos estaban colocados de espaldas a las ventanillas.

–Siempre impidiendo que vea usted la realidad –le dije.

–Así son las cosas –respondió resignado, abriendo un periódico.

A mí me venía bien aquella especie de caja fuerte porque no le permitiría distraerse con el paisaje. Aunque el departamento estaba preparado para cuatro personas, íbamos él y yo solos, uno enfrente del otro. Es muy difícil quedarse a solas con un presidente de Gobierno. Ahora es la mía, pensé observándole los tobillos, para ver si tenía pies de cabra, uno de los síntomas que delatan la presencia del diablo. Pero advertí, pese al filtro de los calcetines, que los tenía normalmente conformados. Por lo demás, estaba alegre, descansado, bromeando sobre sí mismo con aciertos surrealistas.

–Hoy me he levantado delgado –dijo– porque ayer nadé mucho y cené poco.

Como no había manera de que se comportara como un mito para darme una satisfacción y resolverme de paso el reportaje, le pregunté cómo se defendía del proceso de mitificación al que estaba siendo sometido por sus adversarios, pero también por la gente más cercana a él, que lo adoraba. Me dijo que no corría ningún peligro de creerse las exageraciones de los amigos ni las de los enemigos, que eso les ocurría a los que tenían más pasión por el poder que por la política.

–Pero mi pasión –añadió– es la política, no el poder.

–¿Eso explica también su relación con los medios? –le pregunté tras hacerle partícipe de mis conclusiones (y de las de Torres Mora).

–En parte, sí. Los medios son una forma de hacer política desde el poder, porque quieren poder, pero no quieren transformar la sociedad. ¿Tienen los medios alguna vocación transformadora, de cambio? Tiene mucho más afán de cambio la ciudadanía. Por eso, yo trabajo cada día más pensando en los ciudadanos que en los periodistas, tanto en mi forma de actuar como en la de comunicar. Y esto constituye un acto de fe democrática. La fe en la democracia informa cada acto de mi vida. La idea es que mandan los ciudadanos. En mi campaña electoral dije varias veces que me proponía quitar poder a los poderosos y entregárselo a los ciudadanos, y a eso es a lo que me dedico. El único poder que tiene el 90% de los ciudadanos es su voto, cada cuatro años. Los poderosos, en cambio, votan todos los días. Y esta convicción hay que llevarla a todas partes. Te voy a poner un ejemplo muy claro, el de la energía nuclear, que va a provocar un debate muy importante. En nuestro programa, que coincidía con un deseo muy fuerte de la ciudadanía, se incluía la reducción de centrales. Ya hemos cerrado una. Es evidente que hay problemas de energía, y que quizá aumenten por el precio del petróleo. Pues bien, nosotros, en ese contexto, vamos a hacer un calendario de cierre de centrales. Esto va a generar mucha polémica porque la mayoría política, estoy seguro, va a apostar por la energía nuclear. La energía nuclear es la respuesta sencilla. Yo, sin embargo, creo que hay que hacer crecer las energías alternativas. Y eso, cuando lo haces por convicción, trasciende, con independencia de lo que digan los medios. Los ciudadanos desconfían con razón de la energía nuclear porque no está resuelta la seguridad ni está resuelto el problema de los residuos. Además, una cultura que contempla un límite a la energía nuclear es una cultura que pone freno también a los proyectos militares. No sólo tenemos Irán como problema. Hay otros países que van a caer en esa tentación. Siempre se empieza con fines civiles y de ahí se pasa a los militares.

Al hablar, inclina el cuerpo hacia mí e invade con frecuencia mi burbuja. Cuando algo de lo que dice le entusiasma, me golpea la rodilla, para subrayarlo. En las pausas, echa el cuerpo hacia atrás, hasta alcanzar el límite del respaldo y desde allí me observa como el pintor observa una pincelada de su cuadro. Más que hablar al interlocutor, lo utiliza como un lienzo sobre el que dibuja apasionadamente sus ideas. Da la impresión de que puede ver el efecto que han producido dentro de su cabeza. Después de valorar ese efecto, adelanta otra vez los brazos y el cuerpo hacia el oyente, rompe de nuevo su burbuja, le mira francamente a los ojos y vuelve a la carga poniendo más convicción o más matices o más datos, todo ello en función de unos cálculos que ha llevado a cabo mientras te observaba. No se advierte en él ninguna afectación, ninguna reserva, ninguna distancia. A los diez minutos te olvidas de que estás hablando con el presidente del Gobierno.

–Yo –está diciendo ahora– procuro cumplir cada día mi compromiso con los ciudadanos porque eso es lo único que me preocupa. De hecho, el grado de cumplimiento de nuestro programa, cuando termine la legislatura, va a ser espectacular. Ya lo es a dos años vista. Quizá el grado de reconocimiento de los medios no esté a la altura del grado de cumplimiento, pero a mí me parece bien que sea así, porque no estamos aquí para que los medios nos halaguen, sino para cumplir el mandato de los ciudadanos. A veces, en el Consejo, algún ministro se queja de que los telediarios de TVE no nos tratan bien. Y yo les digo que hemos ganado las elecciones para esto, para que los telediarios de la televisión pública sean, al fin, independientes. Si quieres que te traten mejor, hazlo mejor. A mí las satisfacciones más grandes no me las producen los aplausos, sino el hecho de ver a los demás felices. Un hombre en el poder no es un hombre en su destino. Lo que importa es el destino del país al que sirve. En eso consiste la visión republicana de la vida. La norma es muy sencilla: austeridad con uno mismo y generosidad con los demás.

Al observar que está El Mundo entre los periódicos que acaba de hojear, le pregunto si no le ha molestado la caricatura citada más arriba, en la que se le tacha de rata de albañal.

–En absoluto. Estas cosas no me llegan –asegura sonriendo–. Y cuanto más alejadas están de la realidad, menos me llegan.

–¿Qué le llega entonces? ¿Qué le emociona?

–Me emocionan, por ejemplo, los subsaharianos. El problema de la inmigración ocupa mucho mi pensamiento porque vivo respecto a él en una contradicción absoluta. Sé que no podemos dejarles pasar, pero mi deseo sería ofrecerles trabajo a todos. Y tenemos que encontrar fórmulas para resolver eso. También me preocupa mucho la generación de los llamados mileuristas. Por eso, al debate sobre el estado de la nación llevé una serie de medidas dirigidas a estas personas. Un país tan rico como España ha de tener a esta generación, que representa el arranque del siglo XXI, absolutamente comprometida con el proyecto político del futuro. Dentro de quince años serán ellos lo que tengan que cambiar el país, y no será posible si no les hemos hecho sentir afecto por lo público. Hoy tienen poco afecto porque, perteneciendo a una generación mejor formada que la mía, encuentran dificultades para salir a la vida. Y el problema no es que tengan que esperar cinco o seis años para acceder a un piso, que lo es y estamos trabajando en ello, el problema es que nosotros no nos podemos permitir el lujo de que las ideas con las que esa generación va a cambiar el mundo lleguen a la sociedad con cinco o seis años de retraso. Me gustaría que esa generación estuviese tan politizada como lo estuve yo. Yo sentía tanta pasión por la política como por mi mujer. Creía tanto en ella como en mi mujer. Yo sentí que la democracia del 78 estaba hecha para mi generación, para mí, que voy a pasar, al contrario de mi padre, el 80% de mi vida en democracia. Yo soy la primera generación que ha disfrutado de España. Tenía 16 años cuando las primeras elecciones. Iba con mi hermano por León repartiendo propaganda de izquierdas porque teníamos la impresión de habernos ligado a la chica más guapa del mundo, que era la democracia. Y esa creencia nos salvó. Por eso considero tan importante que esta otra generación sienta también afecto por lo público, que crea en la política, en la democracia.

–¿Y lo está consiguiendo?

–Claro que sí. De hecho, en las próximas elecciones el voto joven va a ser decisivo.

–Por cierto que, hablando de su hermano, con el que repartía propaganda, creo que tanto él como su padre estaban más a la izquierda que usted.

–Mi hermano era del PC, y muy activo, y mi padre había colaborado con el PC en la clandestinidad. Recuerdo que en mi casa había una multicopista de esas. ¿Cómo se llamaban?

–¿Vietnamitas?

–Eso es, una vietnamita. Pero mi padre ya votó al PSOE en el 77. Marx es un extraordinario pensador y un excelente analista del capitalismo. Pero le falta reflexión sobre la democracia. El monopolio económico produce efectos negativos. El origen de la izquierda se encuentra en los valores de la Revolución Francesa, que es una revolución ciudadana porque se enfrenta a quienes en esos momentos monopolizan el poder: la nobleza y el campesinado. De ahí salen todos los valores de la izquierda. Lo malo es que habitualmente se piensa más en términos de poder que de democracia. Quienes piensan que al poder se puede llegar de cualquier manera (a través de la lucha armada, por ejemplo) también piensan que se puede ejercer de cualquier manera. Y eso no puede ser. El Muro de Berlín fue un argumento excelente para la derecha. Era tan bueno que Berlusconi todavía lo utilizó en las últimas elecciones. Ahora la derecha no tiene fantasmas con los que azuzarnos para ejercitar el poder. Por eso utiliza a Bin Laden. Pero nadie se cree que Bin Laden pueda debilitarnos tanto. No tiene el poder que había al otro lado del Muro. Lo que da fuerza a un proyecto democrático es la transparencia, la deliberación democrática, el debate. El poder tiene que tener todos los controles del mundo. Cuantos más controles tenga, mejor. Por eso puse tanto empeño en dar libertad a los medios públicos Ahora bien, yo creo que los medios deberían aportar más ideas de cambio. Aportan poco en esa dirección. Y se equivocan, porque un medio de comunicación puede dar muchas satisfacciones a los suyos, pero carecer de influencia social.

–Acaba de hacer frente al debate sobre el estado de la nación. Dentro de unos días se votará el Estatuto catalán. Además, ha asegurado que de un momento a otro anunciará en el Parlamento el inicio de los contacto con ETA. ¿No hay una concentración excesiva de asuntos capitales en muy poco tiempo?

–La política es el control de los tiempos. La política es tiempo, mucho más en una sociedad cuyo volumen de información al día es impresionante. Hay que pensar no sólo cómo dices las cosas, sino cuándo las dices. Siempre hay un margen aleatorio de error, siempre se corre algún riesgo, pero estamos aquí también para correr riesgos. Antes de ganar las elecciones, comenté con algunas personas que me iba a tocar la tarea de poner fin a ETA, no porque yo tuviera cualidades especiales o porque dispusiera de unos recursos que no hubiera descubierto nadie, sino porque era el tiempo de acabar con ETA. No gané el congreso de mi partido por ser José Luis Rodríguez Zapatero, sino porque había llegado el momento de los Zapateros. Pues bien, ahora ha llegado el momento de desatar este nudo. Si a esa certeza le pones unas gotas de sentido común y de intuición (y esto se da por descontado en una persona muy bregada políticamente como yo), lo normal es que las cosas salgan bien.

Cuando le recuerdo una idea muy extendida en determinados ambientes según la cual es más beneficioso (incluso electoralmente) mantener a ETA como una enfermedad crónica que intentar eliminarla, me dice que ese tipo de análisis pertenecen a aquellos que aman el poder por encima de la política y cuyo deseo es perpetuarse en el poder.

–Mi experiencia de estos dos años en el Gobierno –añade– es que el poder es un buscador incansable de excusas para demorar la solución de las tareas difíciles. Yo no estoy dispuesto a caer en ese vicio. Por eso tomo decisiones cuando creo que es el momento de tomarlas. Evalúo los riesgos y mido las consecuencias, desde luego, pero en esta evaluación jamás intervienen cálculos electoralistas. No te puedes imaginar hasta qué punto esos cálculos pueden retrasar las decisiones importantes. En el problema de ETA, si no hubiera elecciones dentro de dos años, estaríamos todos de acuerdo. Fíjate, por ejemplo, en el asunto de las pensiones. Yo llevo 20 años oyendo que no se pueden subir las pensiones porque el sistema no aguanta. Pues las hemos subido y no sólo aguanta, sino que mejora. Si se hubieran cumplido las profecías de los agoreros, el sistema de pensiones habría saltado a mediados de los noventa.

–¿Qué más ha aprendido durante estos dos años?

–He aprendido a estimar aún más a la ciudadanía común, en la que hay un verdadero afán de cambio, y a ignorar a los que justifican tanto. Y veo con ironía ese aire de superioridad que transmiten algunos como Rajoy: “Usted no sabe nada, usted es un insolvente, usted no tiene proyecto, ni equipo ni ideas…”. Me divierte. Mira, yo no estaba de acuerdo con Aznar, pero Aznar tenía un proyecto político. Rajoy es como el recuelo del café. Es un hombre de hace 30 años, incluso del siglo XIX. ¿No te lo imaginas perfectamente en el casino, pasando la tarde?

Cuando llegamos a Lleida, un colaborador se acerca a él y le dice que tiene que bajarse el último del tren.

–Siempre me tengo que bajar el último o el primero, pero aún no he averiguado de qué depende –me confía con expresión divertida.

A pie de vagón le están esperando Montilla, Maragall y las autoridades locales. Tras los saludos de rigor, la comitiva se dirige a una sala de la estación habilitada para un pequeño ágape. Antes de llegar a la sala, aún en pleno andén, Zapatero ve entre el público a un grupo de limpiadoras a las que se acerca, rompiendo el circuito establecido. Son ocho o diez chicas a las que besa y con las que bromea unos instantes antes de preguntar cuántas de ellas son catalanas. Sólo hay dos. El resto son inmigrantes. Zapatero registra el dato y continúa el recorrido.

Dedicó gran parte del mitin a los jóvenes, a los mileuristas de los que me había hablado en el tren. Dijo que ellos gobernarían mejor que él porque entenderían su tiempo mejor que él. En contra de la tentación, tan extendida, de vaticinar que con uno se acaba el mundo, Zapatero asegura siempre que lo mejor está por llegar.

Ese día regresamos a Madrid en avión, desde Zaragoza. Después de que nos sirvieron las almendras y la cerveza cuarteleras, le dije si pensaba a veces en el día que dejara de gobernar y si no le daba miedo salir mal de La Moncloa, lo que parece que es, hasta ahora, el destino de todos los que han pasado por ella.

–Lo peor –bromeó– no es cómo salen, sino en lo que se convierten después.

Enseguida, cambiando de gesto, como diciendo ahora en serio, añadió:

–Soy psicológicamente muy distinto a Aznar o a Felipe González. Me veo, una vez que termine esta etapa, tranquilo, trabajando para el Consejo de Estado, ayudando en lo que pueda y, sobre todo, dando algunas clases a los alumnos de Políticas, para decirles la verdad sobre este mundo. No me veo opinando ni intentando dar clases a mi sucesor de cómo se es presidente. Los ex presidentes creen que hay que enseñar a ser presidente, lo cual en democracia es absurdo. Hay que aprender a ser presidente, pero no se enseña a serlo. Además, lo que se aprende sin estudiar no se olvida.

Cuando estamos llegando a Madrid, me pregunta si es muy difícil escribir un reportaje. Le miro con desconfianza, dando por supuesto que se trata de una pregunta retórica, pero él pone un gesto de estar a la escucha que me conmueve, de modo que empiezo a mostrarle mi cocina. Cuando llevo un rato hablando, me doy cuenta de lo absurdo de la situación, pero él continúa prestándome una atención desmesurada. Así que le explico cómo reúno los materiales, cómo los articulo, cómo intento ponerlos al servicio del sentido… Todo ello con una sensación insoportable de cazador cazado.

Zapatero ganó el debate sobre el estado de la nación celebrado los días 30 y 31 de mayo. Según la encuestas del CIS, a la pregunta de quién cree usted que ganó el debate, el 50,2% de los encuestados respondió que Zapatero, frente al 14,3%, que atribuyó la victoria a Rajoy. Una goleada que los medios no reflejaron al día siguiente ni de lejos. El 18 de junio, el pueblo catalán dio al Estatuto un sí abrumadoramente mayoritario con una participación escasa, aunque superior a las de otras consultas de este tipo. Y el 29 de junio, por fin, Zapatero anunció en el Congreso el comienzo de las conversaciones con ETA. No le cabía en la cabeza, me había dicho, que hubiera una fuerza política que no quisiera participar en este esfuerzo por acabar con la violencia. No podía entenderlo y siempre tuvo la esperanza de recuperar a Rajoy. Por ello demoró el anuncio, aunque lo llevó a cabo dentro del mes de junio, como había prometido el día de nuestro primer encuentro, en el mitin de Barakaldo. Para no subrayar la soledad de Rajoy en aquel momento histórico, hizo el anuncio en una comparecencia ante la prensa, en vez de en el hemiciclo, y ordenó a su gente que no hiciera una sola crítica al jefe de la oposición ni al PP. Era jueves, día de pleno parlamentario.

–Qué va usted a hacer ahora? –le pregunté al acabar la conferencia de prensa.

–Irme al pleno a trabajar, es un día cualquiera.

Se fue al pleno, se sentó en su sitio y logró de este modo impregnar de cotidianidad un hecho histórico. En apenas cinco semanas había resuelto tres asuntos que podía haber sacado adelante en dos legislaturas sin que nadie se lo reprochara.

José Luis Rodríguez Zapatero se encuentra en medio de la legislatura y en la mitad de su vida. Le apasiona su trabajo, tiene una vida familiar apacible y un optimismo sin límites sobre las posibilidades del país en el que le ha tocado vivir. En los aviones y en los trenes en los que viaja se sigue respirando el mismo ambiente informal que hace dos años, cuando llegó al poder. La gente del equipo está atenta a sus responsabilidades, pero jamás se la ve tensa.

–Soy –me diría para explicarme cómo logra crear esa atmósfera– el presidente de la democracia que menos distancia ha marcado con sus subordinados. Soy poco jerárquico, lo que a veces puede parecer anárquico. Nunca he echado a nadie una bronca, jamás. Cuando algo no me gusta, me callo. Esa es la máxima reacción de disgusto que me permito. Es fundamental que la gente se encuentre bien, que sienta que reconoces su trabajo y sabes lo que hace. Me cuentan las cosas tres y cuatro veces, porque yo recibo información por vías muy distintas. Jamás le he dicho a un colaborador que ya sé lo que me quiere contar.

Cuando hace dos años ganó las elecciones, decíamos de él que era un enigma. Hoy, en muchos ambientes (también fuera de España), es un mito. Entre el enigma y el mito, oculto o protegido por ambos, cabalga un hombre de izquierdas, excepcionalmente dotado para la política (que no para el poder) y empeñado en cumplir el punto más importante de su programa electoral: no decepcionar a los votantes. A la hora de cerrar estás líneas, y según la última encuesta del instituto Opina, Zapatero sacaba 20 puntos de ventaja a Rajoy en valoración ciudadana. Y una parte significativa de los votantes del PP aseguraba preferir que ganara el PSOE. Pero Rajoy continuaba predicando el fin del mundo con una pasión que evidenciaba su deseo de que sucediera, pues sólo en un escenario apocalíptico podía germinar su mensaje.

El Pocero amarga el veraneo a unos cuantos líderes de PP y PSOE

Una de las grandes fortunas -la de Francisco Hernando Contreras, conocido como El Pocero- es sacada del anonimato por el escándalo de Seseña. Y, en consecuencia, a sus amistades populares y socialistas no les llega la camisa al cuello pensando en lo que se les viene.

Así lo escribe Manuel Ortega en Elsemanaldigital que ve en El Pocero al hombre de moda de este verano, y no lo lleva muy bien. Acostumbrado a disfrutar del anonimato, haciendo gala de ser un hombre del pueblo, tras su fachada de tipo llano se esconde una de las grandes fortunas de España. Francisco Hernando Contreras, conocido como El Pocero, ha atraído sobre sí la atención de los medios.

Y no precisamente por algo que a él le guste. Sus actividades han despertado una curiosidad malsana para sus negocios, que abarcan desde la construcción hasta la náutica, pasando por la aviación. A título de anécdota, fue él quien cedió el avión necesario para los traslados de Rocío Jurado.

LOS ORÍGENES DEL POCERO

Este madrileño del barrio de Tetuán, de 61 años, ha acostumbrado durante su biografía como empresario a pasar desapercibido ante el gran público. Otra cosa es que El Pocero no guste del lujo y de la ostentación.

Él mismo pregona que su fortuna, valorada por el Banco de España, se sitúa en los 180.000 millones de pesetas. Hasta hace poco más de un mes, su yate Clarena atracaba en el puerto deportivo de Puerto Portals, en Palma de Mallorca. Hasta que los concesionarios del puerto, los Graf, maniobraron para echarle de allí como consecuencia de la guerra que mantiene por la compra de esa concesión.

Un asunto que se encuentra en los tribunales y que es la comidilla del todo-Mallorca. Al fin y al cabo, el desalojo del Clarena, una mole de 46 metros de eslora con la que, a depósito lleno, puede atravesar el Atlántico, supone un palo para sus relaciones sociales.

Porque El Pocero es un hombre de evidentes relaciones. Los veraneos baleares y la enormidad del Clarena han hecho por él más que cualquier relaciones públicas. Por el buque han pasado desde el Rey de España hasta Eduardo Zaplana. Un lugar de excepción, aseguran, para sellar negocios y conocer gente útil de cara a los mismos.

SUS AMISTADES "POPULARES"

O al menos así era hasta el verano pasado. Porque éste podría ser muy distinto. La espectacular puesta de largo de Hernando en la vida pública y la expulsión del Clarena -aún conserva otra nave en Puerto Portals, el Clara, de menor calado– pueden contribuir a rebajar sus relaciones.

Con la que le está cayendo a Hernando, lo que menos interesa es salir en la foto junto a él. Nadie duda de que los movimientos del constructor son seguidos con lupa. Para muchos, y especialmente para algunos en el PP y en el PSOE, se ha convertido en una amistad peligrosa.

Dos ex ministros de distintos partidos y gobiernos se encuentran en el punto de mira por sus presuntas relaciones con El Pocero, que ambos han negado una y otra vez. Sin embargo, al ex presidente de Castilla-La Mancha y ex titular de Defensa, José Bono, que autorizó las obras de Seseña durante su mandato, le han desmontado la negativa. La empresa de Hernando llevó a cabo las obras de una hípica en la que Bono cuenta con participación.

En los mentideros políticos, económicos y periodísticos de Madrid ha empezado a correr como la pólvora la especia de que Bono dejó el Gobierno por su relación con Hernando: José Luis Rodríguez Zapatero no habría estado dispuesto a amparar a su ministro ante lo que podría venírsele encima.

¿POR ESO SE FUE BONO DEL GOBIERNO?

Otro que tal baila es el portavoz parlamentario del Grupo Popular, Eduardo Zaplana, que anda desesperado por negar cualquier vínculo con el constructor y despeja balones hacia su amigo periodista, ex director de RTVE y ahora alto cargo de Telefónica, José Antonio Sánchez.

Pero lo de Zaplana es punto y aparte. Una firma y una chapa, en el argot militar, le persiguen. La sombra de El Pocero es alargada, y se proyectó en los despachos enmoquetados de un Ministerio de Trabajo capitaneado por el de Cartagena.

Era el año 2002 y Carlos García Cano decidió hacerle un regalo a su consuegro. Nada de extraño para quienes mantienen una excelente relación. Pero la cosa cambia si resulta que García Cano, por aquellas fechas, era jefe de gabinete del subsecretario de Trabajo, Marino Díaz Guerra, y su consuegro, Hernando Contreras.

El cargo del Ministerio había emparentado con el constructor tras la boda de su hija con uno de los hijos de El Pocero. Aprovechando la situación, ¿por qué no recompensar a un hombre que había conseguido una fortuna a base de esfuerzo?

PERIPLO POR LOS AYUNTAMIENTOS DE MADRID

A todas luces, fue García Cano quien inició la tramitación para la concesión de la Medalla al Mérito en el Trabajo para Hernando el 18 de noviembre de 2002. Su jefe inmediato, Díaz Guerra, se encargó de "mover" el asunto. Poco importaba que chirriase el hecho de que un cargo ministerial promoviese una concesión, y de que el expediente, según parece, apenas abarcase poco más que el currículo del constructor. La palabra incompatibilidad no se asomó por Trabajo.

Por lo demás, la historia es conocida: la concesión aparece publicada en el BOE con fecha de 27 de marzo de 2004 tras haber sido firmada por Zaplana el 19 de marzo, apenas cinco días después del batacazo electoral del PP y a ocho de los atentados de Madrid. Hay quien asegura que el ministro rebajó las tintas de la petición de García Cano.

"Mi consuegro se lo merece todo", debió de pensar. Y pidió la medalla de oro. Zaplana, más prudente, sólo se avino a concederle la de plata.

Cualquier partido, cualquier ministerio, es un patio de porteras. La concesión llegó a oídos de dirigentes del PP y cayó como una bomba en los Ayuntamientos de Boadilla del Monte y Villaviciosa de Odón. Allí, los populares todavía recordaban las andanzas de Hernando a mediados de los '80 y principios de los '90.

MALOS PRECEDENTES

Las amenazas a Aquiles Aparicio por el cierre de la planta hormigonera de Hernando en Boadilla; el acoso a la alcaldesa Pilar Martínez; la creación de un partido, Renovación Democrática, financiado por Hernando para apoyar sus intereses en Villaviciosa... y la declaración de persona non grata al constructor, su condena judicial,...

De Villaviciosa y Boadilla, El Pocero salió trasquilado. Después se reharía de nuevo, con el apoyo de otros alcaldes populares como Ricardo Romero de Tejada en Majadahonda y Bonifacio de Santiago en Las Rozas. Al menos, eso es lo que afirman algunos peperos en voz baja.

A 36 kilómetros de Madrid se ubica Seseña. Esta localidad toledana se encuentra en pleno trazado de la carretera de Andalucía. Enclavada en la llanura de Toledo, el origen de este municipio parece remontarse históricamente a un pequeño poblado prerromano.

Hace casi setenta años, los duros combates de la Guerra Civil dañaron seriamente el pueblo. Los equipos de reconstrucción de la posguerra levantaron Seseña Nuevo, un enclave provisional para realojar a la población mientras el núcleo histórico era vuelto a edificar. Hoy día ambos conviven, y, como entonces, otros equipos de obreros han llegado a Seseña para levantar una Las Vegas en versión toledana.

LA NECESIDAD DE AGUA

Un buen día Hernando fijó su vista y comenzó a edificar. La moda de los adosados saltó de Valdemoro y Pinto hasta Seseña. Pero, ¿por qué quedarse sólo en eso? ¿Por qué no construir una ciudad residencial que supusiera la culminación de su carrera y un autohomenaje?

Al fin y al cabo, Hernando estaba acostumbrado a bregar con ayuntamientos y ladrillos, aunque sus métodos no fuesen –dicen- muy éticos. ¿Qué iba a parar a un hombre hecho a sí mismo, al chico de Tetuán y Vallecas, al protagonista de un Viaje al fin de las alcantarillas en las que había visto, según su biografía oficial, desde fetos a cadáveres y todo tipo de despojos?

Consiguió los permisos y se puso manos a la obra. Tanto la Junta castellano-manchega (Bono, ¿recuerdan?) como el Ayuntamiento, entonces con el PSOE al frente, dieron su bendición al proyecto. El reclamo era hacer una ciudad dormitorio de Madrid en Toledo.

Para ir ahorrando tiempo, Hernando se puso manos a la obra. Primero, el ladrillo, después, el resto. O sea, las infraestructuras. Quienes se han acercado hasta allí no dudan en decir lo mismo: "Es un erial, un desierto, no hay nada". No resulta agradable andar por aquellos andurriales con este tiempo, con el Sol cayendo a plomo y sin una gota de agua.

UN ENCLAVE EN EL DESIERTO

Ahí está el principal problema de la megalópolis de El Pocero: en el agua. El constructor arrastra ya una denuncia del Canal de Isabel II por un presunto robo de agua en Aranjuez. Allí, las cisternas llenan sus depósitos y ponen proa a las obras de Seseña.

Sin este suministro, no se puede construir. Uno de los compromisos con la Junta pasaba por garantizar el agua si Hernando construía dos mil viviendas. Las 13.500 de su residencial superan con creces esa cifra, pero el agua sigue sin llegar a El Quiñón, donde se ubican los edificios.

En los primeros seis meses de 2007 deberá comenzar la entrega de los pisos y el abastecimiento hidráulico no está asegurado. Y esto le pone nervioso a Hernando, que según ABC (el mismo diario en el que se hablaba de "una enorme caja fuerte del tamaño de un vestidor" repleta de "cintas de casete con grabaciones" en dependencias empresariales del constructor), ha enviado una carta a José María Barreda instándole a cumplir su compromiso.

Si a esto se suma la hostilidad del alcalde actual, Manuel Fuentes, y la campaña de IU, que ha llevado el asunto hasta la Fiscalía Anticorrupción, más la irrupción en tromba de la prensa, se comprenden las prisas de Hernando. Veremos en qué para este asunto que, desde luego, va a dar mucho que hablar. Y que escribir.

Detenidas 12 personas en Francia y España por su relación con la financiación de ETA

Un total de 12 personas, siete en Francia y cinco en España, han sido detenidas en una operación contra el aparato de financiación de ETA. La acción, fruto de meses de investigación, ha sido coordinada por el juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande-Marlaska junto con las autoridades francesas. Uno de los detenidos es el miembro fundador de ETA Julen Madariaga. El ministro del Interior ha dicho que “no hay ningún dato significativo que impida continuar con el proceso de paz”.

Además de Madariaga, en la operación, ordenada por el juez Marlaska en coordinación con la magistrada antiterrorista francesa Lawrence Le Vert, ha sido detenido en Francia otro veterano miembro de ETA, Eloy Uriarte Díaz de Guereño, alias Señor Robles, que en los años ochenta estuvo acusado de ser uno de los principales responsables de la extorsión de ETA. También ha sido arrestada su mujer. Otro detenido es el hermano del que fue líder de ETA Domingo Iturbe, Txomin, Ángel Iturbe Abasolo, Ikula, el jefe en Francia de la red de extorsión de ETA, que llevaba 20 años actuando. Iturbe Abasolo estuvo varios años deportado en la República Dominicana, a donde fue conducido con otros cuatro etarras tras el fracaso de las conversaciones de Argel.

El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha dado una rueda de prensa en el Congreso de los Diputados para dar cuenta de la operación, aunque, amparado en el secreto del sumario, no ha ofrecido demasiados detalles. Preguntado por la incidencia de la operación y por la actividad de extorsión que llevaban a cabo los detenidos, Rubalcaba ha dicho que “no hay ningún dato significativo que impida continuar el proceso de paz que el Gobierno pretende seguir desarrollando”. Además, ha reiterado que la operación demuestra que, aunque ese proceso de paz está en marcha, “ni los jueces ni los policías están de brazos cruzados”. Desde la declaración del alto el fuego permanente, un total de 21 presuntos miembros de ETA han sido detenidos.

Operación conjunta

Se trata de una operación antiterrorista conjunta ordenada por el juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande-Marlaska, en coordinación con la magistrado antiterrorista francesa Lawrence Le Vert. Según ha informado Rubalcaba, se trata de una operación fruto de dos años de investigación, que tiene su origen en un sumario de 1998. La fecha de ejecución de la acción “fue fijada por el juez Marlaska y la juez Le Vert hace aproximadamente una semana”, ha dicho Rubalcaba, que ha reconocido que el Gobierno tenía conocimiento de que se iban a producir en Irak.

El aparato desarticulado operaba en Francia y España desde hace 20 años, y su cometido era la gestión y recaudación del conocido como impuesto revolucionario exigido a empresarios e industriales españoles, fundamentalmente en el País Vasco y Navarra. El dinero obtenido era invertido o lavado para hacer desaparecer su origen clandestino de los circuitos financieros regulares fiscalizables en España. También se están realizando registros en España y Francia y se han intervenido bienes patrimoniales por valor de más de 700.000 euros, incluyendo un establecimiento de hostelería. Finalmente, se han bloqueado más de medio centenar de cuentas bancarias domiciliadas en entidades financieras españolas y francesas.

Los detenidos son: en Francia, Ángel Iturbe Abásolo, de 53 años; José Luis Cau Aldanur, 63; Julen Kerman de Madariaga y Aguirre, de 74 años; María Cristina Larrañaga Arando, 52 años; Eloy Uriarte Díaz de Guereño, de 65; Maria Izaskun Ganchegui Arruti, 62; José Ramón Badiola Zabaleta, 48 años. En España han sido arrestados Joseba Imanol Elosúa Urbieta, 72 años; José Carmelo Luquín Vergara, 31 años; Ramón Sagarzazu Olazaguirre, 69 años; Jean Pierre Harocarene Camio, 42 años; Ignacio Aristizábal Iriarte, 59.


El ‘affaire’ Zaplana y por qué a veces el PP se duerme profundamente en los laureles

Decirles a ustedes a estas alturas que no soy amigo de lo políticamente correcto no supone descubrirles nada nuevo. Es probable que sea el único, al menos en este medio, que defienda sin tapujos la actitud de Martínez Pujalte la pasada semana en el Congreso, actitud que provocó su expulsión después de que el presidente Marín le llamara por tres veces la atención –todavía estoy escuchando a Luisa Fernanda Rudi decirle al secretario de Organización del PSOE aquello de “le llamo la atención por novena vez, señor Blanco”, pero ya se sabe, ahora vivimos en una consolidadísima democracia solo comparable a la de Cuba-. Y lo hago porque creo que en este país están ocurriendo cosas de tal gravedad, de tan extrema gravedad, que sólo una oposición contundente y que sepa mantener la tensión en su necesaria crítica al Gobierno puede hacer que se dé la vuelta la tortilla y las cosas recuperen una cierta dosis de normalidad. Este país lleva camino de hundirse en la más profunda de sus miserias al tiempo que se acrecienta la amenaza a la libertad, y hace falta gallardía y un par de... eso, para defender los principios esenciales de la Democracia y las libertades individuales.

Pues bien, al mismo tiempo que el PP centraba su oposición al Gobierno a cuenta de uno de los mayores escándalos de la democracia, el ‘caso Bono’, en el PSOE se organizaba una maniobra rastrera y bochornosa para atacar a su actual portavoz parlamentario, Eduardo Zaplana. Dos diputados regionales del PSPV grababan ilegalmente una conversación con otros dos empresarios en la que estos vinculaban a Zaplana con comisiones ilegales en Terra Mítica: ya saben ustedes, eso de lo que siempre se le ha acusado en petit comité pero nunca se ha podido demostrar, de manera que se ha ido generando en torno a él un inevitable halo de sospecha infundado y sin certezas probatorias, hasta tal punto que quienes hoy gobiernan en la Generalitat son los primeros que han mirado debajo de las piedras y no han encontrado nada más que polvo. Pero Zaplana lleva encima suyo el estigma del ‘caso Naseiro’ y de una desafortunada conversación que lo único que probaba en aquel momento es que cuando piensas que nadie te escucha se dicen muchas tonterías al oído de un amigo. Yo fui de los que, en aquel entonces, hice de aquella conversación piedra de escándalo. Hoy soy consciente de que fue eso, una inoportuna boutade.

Pues bien, como nadie –ni propios, ni extraños- le ha encontrado nada, por lo que ha optado esta izquierda sectaria, radical y totalitaria es por inventárselo, con el fin de minar la imagen del portavoz parlamentario del PP, entre otras cosas porque, probablemente, él y Ángel Acebes se han convertido en un ariete del único lenguaje que entiende esta izquierda: el de la contundencia en la defensa de la libertad y la democracia. Yo no creo, en contra de lo que opinan gentes más o menos próxima al PP y voceros mediáticos que nadan entre las aguas de la corrección política y el eterno complejo que siempre acompaña a una parte de la derecha, precisamente la que viene de las posiciones más conservadoras, que sea con componendas y medias tintas como el PP vaya a ganar las elecciones. No. Ante una política cargada con tales dosis de sectarismo y radicalismo antidemocráticos como la que está llevando a cabo el presidente Rodríguez, solo cabe la contundencia de la fe en la libertad y la democracia, y en la necesidad de contraponer un ideario reformista y liberal a esta política de tintes totalitarios. Y eso se hace desde el convencimiento de que la razón está de parte de quienes creemos en la libertad, y solo así es posible despertar a la sociedad de su letargo.

De Zaplana se ha dicho de todo, hasta que conspira junto a José María Aznar para hacerle la cama a Rajoy y situarse como posible recambio. No es así. Entre otras cosas porque si Rajoy pierde las elecciones, las primeras cabezas que rodarán en el PP, además de la del político gallego, serán las de Acebes y Zaplana. Y es que ha sido tal su grado de exposición que una derrota tendría para ellos casi consecuencias más dramáticas que para el propio líder del PP. Y Aznar tampoco está en operaciones de ninguna clase, opine lo que opine de cómo está haciendo el PP la labor de oposición, que eso es cosa suya. Por eso Zaplana, y Acebes, quieren que el PP gane. Por eso hay otros, en el PP, que quieren que Rajoy pierda. Estos últimos son los mismos que apuestan por ocupar el lugar del gallego, lo cual no quiere decir que alguno de ellos no deba estar presente en el momento de la verdad, es decir, en las listas de las próximas elecciones generales, porque es evidente que un político como Ruiz-Gallardón es un activo importante con el que Rajoy debe contar para sumar el máximo posible de votos frente a Rodríguez. Hay una coincidencia entre estos últimos y los mismos que apuestan por una oposición ‘blanda’, políticamente correcta. Un error, porque nunca un partido en la oposición ha ganado haciéndole el juego al poder, durmiéndose en los laureles.

Quienes tengan memoria, deberían acudir a ella para recordar cómo fue la oposición que González le hizo a Adolfo Suárez o, más recientemente, la que Aznar le hizo a González. Pero Fraga, el contemporizador, nunca consiguió romper su techo. El affaire Zaplana es la gota que ha colmado el vaso de un Gobierno dispuesto a todo con tal de marginar al PP y destruir la alternancia democrática para perpetuarse en el poder. Con todo, ha sido tan burda la maniobra que es más que probable que se le vuelva en contra al Partido Socialista, aunque la izquierda cuenta, como ya he denunciado en repetidas ocasiones, con que para ella la vara de medir es bien distinta y una parte importante de la sociedad y de los medios le permiten casi todo, hasta el delito, y por supuesto el engaño y la mentira. No comparto la opinión de que Rajoy deba hacer cambios en su equipo, o al menos no los cambios que algunos sugieren al amparo de la permanente manipulación de la izquierda que ha decidido personificar en Acebes y Zaplana la imagen de una derecha ultramontana, y todo porque la oposición que ambos políticos están llevando a cabo está haciendo verdadero daño en las filas socialistas. No existe extrema derecha en el PP, salvo que se mida la distancia desde la extrema izquierda que ahora mismo nos gobierna, y salvo que se considere extrema derecha a quienes defienden la libertad y la democracia. Los únicos fascistas son los que tanto se llenan la boca con esa palabra para calificar a sus contrarios, y son los mismos que practican detenciones y escuchas ilegales y antidemocráticas.

“¿Y Rajoy?”, se preguntarán ustedes, ¿qué opina de todo esto? Yo creo, me consta, que Rajoy quiere ganar las elecciones, aunque a veces parezca que se desfonda o que ha perdido la iniciativa. Lo que sí creo es que el líder del PP debe tener muy presente que solo convirtiéndose en un referente social logrará la mayoría suficiente para gobernar. En la circunstancia actual, con un Gobierno subyugado a la tentación totalitaria, es imposible cualquier clase de consenso. Caer en esa trampa sería un inmenso error. Sólo puede haber consenso con la sociedad, a modo de contrato, para volver a reconducir la situación del país hacia una verdadera democracia representativa. Pero no basta con que Rajoy quiera ganar las elecciones, además tiene que parecerlo.

 

 

La Comisión Constitucional del Congreso aprueba el Estatuto catalán con el rechazo de ERC y PP

La reforma del Estatuto de Cataluña ha concluido hoy su tramitación en la Comisión Constitucional del Congreso con la votación del preámbulo y del texto. En contra se han pronunciado Esquerra Republicana, el Partido Popular y Eusko Alkartasuna (EA). Los nacionalistas admiten que se oponen “con todo el dolor del alma” pese a compartir el 85% del texto. El PP, en cambio, afirma que el articulado vulnera la Constitución.

La votación de los miembros del Parlamento catalán se ha saldado con 28 votos a favor y 10 en contra (los del PP y ERC). La de los miembros del Congreso, con 22 a favor y 17 en contra (los de EA, PP y ERC).

El último fleco que quedaba pendiente en la Comisión era la votación del preámbulo. En el último párrafo, tal y como estaba previsto, se incluye la definición de Cataluña que pactaron el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente de CiU, Artur Mas: "El Parlament de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Cataluña, ha definido de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como nación" y se añade que "la Constitución española, en su artículo segundo, reconoce la realidad nacional de Cataluña como una nacionalidad".

Con todo el dolor del alma

El líder de ERC, Josep Lluis Carod Rovira, ha reiterado hoy que su formación vota no “con todo el dolor del alma” porque el texto se queda corto para sus aspiraciones, aunque reconoce que comparte el 85% de lo aprobado hoy. No obstante, en su opinión el nuevo Estatuto puede ser el “preámbulo” para un futuro Estado catalán: “Quizás hoy no quieren reconocer Cataluña como nación, pero quizás mañana deberán hacerlo como Estado”, ha dicho. “Vamos a continuar trabajando pacientemente” por “una nueva sociedad, una nueva Cataluña, un nuevo proyecto nacional en construcción, abierto, inclusivo. Una Cataluña plural en la que cabemos todos”, ha añadido.

Por su parte, el portavoz del PP en el Congreso, Eduardo Zaplana, ha destacado el “valor decisivo” jurídico de que el término “nación” aparezca en el preámbulo, aunque sea como referencia a lo que en su día aprobó el Parlamento catalán, que efectivamente reconocía a Cataluña como nación, ya que "justifica la razón de ser de una ley". El PP entiende que el preámbulo es "la expresión de una Cataluña oficial en la que no caben la mitad de los ciudadanos catalanes", los que no son "nacionalistas ni de izquierdas", ese "53% de los catalanes que tienen como primera lengua el castellano, los que no consideran Cataluña la nación que se consagra en este Estatuto". Además, ha dicho que el Estatuto "nace con el rechazo generalizado del resto de España porque se les impone sin consultarles".

Cuatro aspectos suprimidos

Por estas razones, tanto PP como ERC han votado en contra del proyecto, por lo que éste ha contado con menos apoyos al salir del Congreso que al entrar. Con esa votación se pone fin al trámite en Comisión del proyecto y a su proceso de gestación, al menos en el Parlamento. Tras la votación pasará al Pleno, donde no sufrirá ya modificaciones y donde será votado el próximo día 30.

Y lo hará sin cuatro aspectos en los que no ha habido acuerdo y que han sido suprimidos hoy: selecciones deportivas catalanas, régimen regulador de los puertos de Barcelona y Tarragona y del aeropuerto de El Prat, circunscripción electoral catalana en los comicios europeos y la transferencia de competencias portuarias y aeroportuarias por la vía del artículo 150.2 de la Constitución. Estos asuntos deberán ser introducidos de nuevo durante en trámite en el Senado. No obstante, de los 227 artículos que componen el texto del nuevo Estatuto catalán hay acuerdo en 224, toda vez que el restante texto de desacuerdo afecta a la disposición adicional tercera, sobre la asunción por la Generalitat de las competencias en puertos y aeropuertos.

Fortalecer la convivencia

El presidente de la Comisión Constitucional, el socialista Alfonso Guerra, ha cerrado hoy los debates sobre el Estatuto de Cataluña destacando los "importantes" avances en relación con el texto de 1979 y las diferencias respecto a la reforma salida del Parlamento catalán. "Hago votos para que la comisión haya acertado, bien para el progreso de Cataluña, bien para el progreso de toda España y sobre todo para el fortalecimiento de la convivencia entre todos los españoles", ha proclamado. El ex vicepresidente del Gobierno ha dicho que comparando el dictamen aprobado con el Estatuto vigente, "se podrá comprobar un avance importante tanto en la descentralización del poder como de las competencias". Y si el cotejo se realiza con el aprobado en septiembre por el Parlament, "también se puede apreciar que las diferencias son importantes".

Foto de familia sin el PP

Al finalizar la reunión, los partidos se han hecho la tradicional foto de familia, que ha contado con la ausencia del PP. En la instantánea del pasado 30 de septiembre, cuando el texto fue aprobado en el Parlamento catalán, sí se sumó al retrato el presidente de los populares catalanes, Josep Piqué, y también lo hicieron cuando el texto comenzó a debatirse en la ponencia en el Congreso los ponentes del principal partido de la oposición, Federico Trillo y Soraya Sáenz de Santamaría. La anécdota la han protagonizado Josep Carod-Rovira y Artur Mas, que se han estrechado la mano ante las cámaras. "¡Si se dan la mano es que ERC va a votar que sí!", alertó entre risas un dirigente socialista.

Documentos Aprobados:  Preambulo : Texto del Estatuto

PELOTAZO

SIN COMENTARIOS                                                                 

Una pasada:
¿Sabías que el Ministerio de Fomento creó y encargó a un organismo autónomo, pero dependiente de este ministerio 
la ejecución de las obras del Ave Madrid-Barcelona, y que ese organismo se llama GIF (gestor de
infraestructuras ferroviarias)?
¿Sabías que la principal empresa a quien el GIF adjudicó realizar las multimillonarias obras del Ave Madrid-
Lleida es una UTE (Unión Temporal de Empresas) constituida por Cobra y por una empresa italiana del
grupo de Berlusconi?
¿Sabías que esa operación tuvo un Comisionista que se ha embolsado 8.000.000.000 Pts. (ocho mil millones de
pesetas de las de antes) por intermediar entre las empresas adjudicatarias y el GIF?
¿Sabías que el nombre de ese comisionista es ALEJANDRO AGAG?
¿Sabías que AGAG contrajo matrimonio con la hija de Aznar, en el Real Monasterio de El Escorial, en
presencia de Berlusconi y Blair como invitados de honor, en una ceremonia que puede calificarse también de real
por el protocolo y los gastos derivados para el Estado?
Pues ya lo sabes, el braguetazo no lo dio él, lo dio José Mª Aznar.
AVE A GUADALAJARA
¿Sabías que el AVE en Guadalajara, NO PARA en Guadalajara capital?
La Parada del AVE en Guadalajara esta en el término municipal de Yebes.
Este sitio está a 10 min en coche de Guadalajara capital, por una vieja y
tortuosa carretera de CARRIL ÚNICO , esta previsto hacer otra carretera pero aún no existe.
Sabiendo que el tren normal de Guadalajara a Madrid tarda 37 min, y que el AVE "solo" va a tardar 27 min (y
el billete vale mucho más), parece claro que nadie de Guadalajara va a ir a Yebes a coger el AVE. Entonces,
¿que sentido tiene hacer la parada de Ave en Yebes pudiendo hacerla en Guadalajara?. Sigue leyendo y te
llevaras una sorpresa...
El negocio arranca en 1998 cuando el PP decidió colocar la única estación del AVE Madrid-Lleida, a su paso por
Guadalajara, en la pequeña localidad de Yebes.
La decisión favorece a Fernando Ramírez de Haro, esposo de Esperanza Aguirre (Presidenta de la Comunidad de
Madrid), y a su familia que poseen en este municipio y en sus aledaños miles de hectáreas. Ramírez de Haro y
sus hermanos tienen 1610 hectáreas repartidas en cinco fincas, se las compraron en 1987 a su madre a cambio de
una renta vitalicia anual escasamente superior al millón de pesetas.
El precio de este suelo rústico, aún no ha sido recalificado, sería hoy de 1000 millones de pesetas.
Pero la más beneficiada de estas revalorizaciones es la tía del marido de Esperanza Aguirre, Teresa Micaela
Valdés.
Los andenes de la estación del AVE han ido a parar sus tierras. Después de las pertinentes expropiaciones de
Fomento, ella ha decidido construir una urbanización, Valdeluz, de más de 9000 viviendas.
Los terrenos de esta futura urbe en Yebes, más conocida como "Avelandia", fueron recalificados en 2001 en un
plan de ordenación urbana.
Este suelo es propiedad de El Arvejal SL, cuyos dueños son Teresa Micaela Valdés y sus hijos, primos de
Esperanza Aguirre. Micaela le otorga a estas tierras un valor de más de 8.000 millones de pesetas.
El arquitecto municipal de Yebes es Jaime De Grandes, hermano de Luis De Grandes, diputado del PP, y de
Lorenzo De Grandes, recientemente nombrado jefe de prensa de la Asamblea de Madrid por la
presidenta de la Cámara, Concepción Dancausa. Qué casualidad, ¿no?
Difunde este mensaje, ya que por los medios de comunicación es imposible enterarse.
Haz que todos tus amigos se enteren